En estas fechas veo que no soy nadie. Con tantas votaciones y tantas listas, ¿quien no está en una lista electoral?
Yo, sin ir más lejos, ni siquiera me llaman para ir entre los imposibles electos de PACMA, mi hermana se parte en varios trozos de risa, como si fuera una brocheta vegetal, ya que a ella si la llamaban de PACMA, cuando vivía en Madrid.
Hasta el hijo de un amigo mío, va en las listas moradas en un pueblo de la sierra de Madrid y mira que es difícil que alguien les vote.
Lo tomo como una deshonra, mi abuelo estuvo dentro de una urna, de las de votar, mi hermana también, y yo…
Bueno, a decir verdad, el mes pasado en el paseo previo al aperitivo, que me ha recomendado el pediatra… o el geriatra, no lo recuerdo bien, sé que su especialidad termina en “atra” y no es psiquiatra. A lo que iba, paseaba tranquilamente por Clara del Rey, frente a la iglesia de “santa Rita, Rita, lo que se da no se quita”, cuando una grácil mujer, se acercó hasta mí, me sonrió y pidió que firmara una solicitud para que el gobierno permitiera a ese partido, presentarse en toda España, además de la firma, pedía nombre, DNI y… algo más. Entonces pensé: la petición que me hace esta joven es algo distinta a la realidad, lo que quiere es que dé mis datos para incluirme en una lista electoral, ¿pero cual? Porque lo mismo voy en la papeleta de Cerezos de abajo, muy cerca de Sepúlveda, quiero decir que estaría dentro de una urna desconocida, alejada de los míos, nadie me daría consejos ni me reprocharía mi conducta como político electo en ciernes.
La joven, al verme con gorra, similar a la que utilizan los capataces y hasta los señoritos del campo castellano, creyó que yo sabía montar a caballo y me comprometería con esa formación, como era argentina, no se dio cuenta de que mi gorra era del mejor cheviot inglés y que yo no sé nada de ganaderías ni caballos.
Sigo pensando que, con la cantidad de listas que hay en Madrid y nadie haya pensado en mi, ni siquiera a modo testimonial, en último lugar. Me temo que saben de mis dos dedos de caletre.
Pero me indigné mucho más cuando, el otro día, en la tertulia de radio Enlace, me entero de que un partido (quiero decir formación política, partidos están todos), en las pasadas elecciones municipales, puso en alquiler los puestos de las candidaturas en distintos ayuntamientos de la Comunidad de Madrid, sí, por 1.500 euracos de nada, podías ser el cabeza de lista, según te ibas alejando de la cabeza, los precios bajaban y, eso sí, con el compromiso de que, si no salias electo, los elegidos te devolvían en 36 mensualidades la pasta, money, tela, chucha, pavos, o como se diga en la jerga política, que por desconocer de política, desconozco hasta eso.
Me dolió mucho, pero mucho, mucho. Si lo llegan a anunciar yo hubiera soltado los euracos y ahora sería como ese concejal de Alcobendas, que tras cuatro veces votando en contra de ese fastuoso Plan urbanístico que haría aumentar un 50% los habitantes de ese pueblo, al final y tras cobrar durante cuatro años un sueldo de concejal de la oposición de un partido dubitativo y anticatalanista que no da más allá de 2.000 leandras, aproximadamente al mes, por asistir a los Plenos, aunque bien mirado tampoco da trabajo. Bueno, a lo que iba, al final el buen hombre, acompañado de otra buena mujer concejal del mismo partido ambiguo, hacen un Tamayazo y votan que sí a ese Plan, que por no tener no tenía ni la aprobación de la Comunidad y eso que es de los suyos, en cuanto a color político se refiere. Un “planazo” que incorporaría 50.000 habitantes más a un pueblo de 100.000. Y me pregunto yo, ¿por qué ese cambio? En su formación de “ahora sí, ahora no”, ya no iba a repetir, ¿querría formar parte del próximo equipo de gobierno de ese pueblo? Me parece que llegaba tarde. Al fin se me ocurrió que votó en conciencia, o lo mismo le ofrecieron algo a cambio.
En fin, que por sus dos dedos de cabeza, como yo, se van a ver fuera de la política y lo mismo con algún pellizquillo, a modo de óbolo, de alguna constructora.
Y hablando de capitidisminuidos, si unimos los 50.000 habitantes de Alcobendas a ese mogollón desmesurado que quieren hacer en Chamartín, algunos ediles de la capital ¿no sería colapsar mucho más lo que está colapsado? ¿No aumentaría el nivel de contaminación considerablemente y por tanto de enfermedades y muertes? ¿No sería cuestión de que nuestros futuros ediles comenzaran a pensar en como ampliar las vías de entrada y salida de Madrid por el norte, poner arbolado a lo grande, destinar espacios exclusivamente para viviendas protegidas, que alguna hace falta, crear museos, auditorios, circos, salas de exposiciones, recintos feriales, espacios públicos, teatros…?
Los vecinos de La Moraleja, seguro que ya están pensando en llegar a Madrid en helicóptero o en yate, mediante un canal que una sus piscinas con el Mazanares.
En fin, tendré que esperar otros cuatro años para ver si se acuerdan de mí y me ponen en las listas, porque, a mi edad el conseguir reflexionar más y mejor, va a ser imposible.