La decisión del Gobierno de que a los inmigrantes que no tengan la tarjeta de residencia se les retire la asistencia sanitaria, así como las recientes declaraciones del extremista Sr. Anglada “los de casa primero”, tienen mucho que ver con el modelo de gestión de la diversidad que se está haciendo en las sociedades llamadas democráticas.
Desde los medios de comunicación se fomentan estereotipos enfocados a ver en la diversidad problemas por las diferentes formas de vivir o de relacionarse, en lugar de contemplar la diversidad como una riqueza. Sobre estos temas así como sobre los tres modelos existentes: asimilación, multiculturalismo e interculturalidad, en relación con la convivencia con las poblaciones inmigrantes, disertó Juan José Tamayo, Catedrático de Teología y Ciencias de las Religiones, en la Asociación de Vecinos Valle-Inclán.
Mostró tres modelos que conviven en la actualidad en nuestra sociedad. En el primero, la asimilación, destacó que los derechos son sólo para los nativos y para los que vienen de fuera los deberes, predominando la religión mayoritaria y en lo político la ciudadanía como nación, con una cultura hegemónica que trata de eliminar a otras culturas diferentes (musulmanes, judíos, protestantes). Se imponen las costumbres tradicionales del país de residencia. Este modelo está más presente en la sociedad española de lo que parece.
El segundo modelo, el multiculturalismo, admite el derecho a la diversidad y el derecho a expresarla, pero en grupos no convergentes, sin fomentar la integración por lo que se forman guetos con un nuevo racismo y xenofobia por parte de la cultura dominante y un consiguiente repliegue identitario por parte de la población inmigrante, el enfrentamiento, de los dos grupos el minoritario y el hegemónico producen marginación social.
El tercer modelo, la interculturalidad, admite el pluralismo a partir de relaciones simétricas y de igualdad, con respeto y sin discriminación. Requiere autocrítica y aceptación de la crítica del otro, con integración bidireccional y normas mínimas de convivencia, reconociendo el valor de todas las religiones y las identidades propias de las mismas. Se caracteriza este modelo por tener iniciativas de carácter integrador y sobre todo por reconocer los derechos a los diferentes, sin discriminarles por sus diferentes culturas y poniendo el acento en la defensa de los derechos iguales para todos, en donde las organización cívicas como las asociaciones de vecinos, tienen mucho que decir.