1. El poeta de nuestro barrio

Este año se conmemora el primer centenario del nacimiento de Gabriel Celaya. Creo que estamos obligados a hacer un recuerdo de su vida y su importante obra poética porque, además, durante muchos año fue vecino nuestro, vivía en Prosperidad con Amparitxu, su inseparable compañera que le impulsó a seguir el difícil camino de la poesía.

Placa en la casa de Celaya en Prosperidad

Recordamos las visitas que Amparitxu nos hacía en las casetas de la Asociación  y de IU durante las Fiestas del Parque Berlín hasta sus últimos años de vida. Allí siempre nos pedía un mojito y entablábamos una agradable tertulia, siempre nos animaba a seguir luchando a pesar de todas las dificultades.

2. Rasgos  de su vida

Gabriel Celaya nació el 18 de marzo de 1911 en  Hernani, una población industrial muy próxima a Donosti, a orillas del Urumea. De niño su familia se trasladó a San Sebastián y allí estudió el Bachillerato.

A los 17 años, apremiado por su padre, marchó a Madrid para estudiar Ingeniero Industrial. Su deseo hubiera sido filosofía o literatura. Se alojó en la Residencia de Estudiantes, allá en la colina de los chopos como llamaban a la calle Pinar, entonces a las afueras de Madrid.

En la Residencia conoció a todo el mundo literario de aquellos momentos, era un hervidero del pensamiento renovador, desde el científico al de la filosofía, el arte y las letras. Por allí pasaron los mejores escritores, poetas y artistas que mantenían largas tertulias con los estudiantes.

En la residencia se le reavivó su afición poética pero al terminar la carrera se incorporó a su profesión de ingeniero, también siguiendo las directrices paternas. Fue director de una importante empresa familiar.

En 1946 conoció a Amparitxu, él tenía 35 años y este encuentro marcó profundamente el rumbo de su vida. Con el impulso de Amparitxu tomó la determinación de dejar su puesto de ingeniero, su holgada situación económica y dedicarse de lleno a la poesía. Fue una decisión difícil, la renuncia de la cómoda situación social para seguir el difícil e incierto camino de la poesía. Renunciar a todo para seguir su vocación poética. Eran los difíciles años de la posguerra, con el país destrozado, con la dura represión franquista a todos los que mostraron su lealtad a la República y en el mundo intelectual, unos muertos como Miguel Hernández, otros asesinados como García Lorca y muchos, muchísimos en el exilio.

3. Su obra literaria

Sus inicios fueron difíciles, la pareja fundó la editorial Cuadernos del Norte dedicada a la poesía. Allí publicaba sus obras y las traducciones de los poemas de muchos autores extranjeros que entonces eran desconocidos en España.

La obra de Gabriel Celaya fue muy extensa, estuvo influenciado por los poetas del 27, sus inicios fueron surrealistas, luego siguió una etapa existencial y después la poesía social.

La poesía social marcó un cambio muy profundo, dejó la reflexión intimista  centrada en el “yo” para abrazar un proyección hacia los temas colectivos, el “nosotros”, abordando las angustias y los problemas concretos del pueblo, de los trabajadores. Su línea era muy afín al enfoque del Partido Comunista al que estaba afiliado.

El estilo era directo, procurando un lenguaje fácil, que pudiera llegar al pueblo. Los cantautores como Paco Ibáñez y Víctor Manuel, que recogieron sus poesías, contribuyeron eficazmente a despertar a un pueblo pasivo y desalentado y  concienciarle.

En su producción siempre estuvo presente su tierra vasca, sus raíces, su cultura, el talante de sus gentes. Aunque vivió en Madrid nunca dejó de pasar temporadas en su Donosti de la infancia.

En 1986 recibió el Premio Nacional de Poesía. Murió el 18 de abril de 1991.

A modo de homenaje transcribimos unas estrofas de una de sus composiciones más conocidas, “La poesía es un arma cargada de futuro”

 Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
 decir que somos quienes somos,
 nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
 Estamos tocando el fondo.

 Maldigo la poesía concebida como un lujo
 cultural por los neutrales
 que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
 Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.