Ya estamos en primavera. Hemos pasado meses con frío, heladas y media España con nieve. De repente han aparecido las praderas verdes, con flores de colores muy vivos. Un día hemos percibido que ya han brotado las hojas de los árboles. Ahora es un placer pasear por el monte, cuando nos acercamos a un arroyo oímos el rumor de las aguas límpidas del deshielo que discurren con rapidez.
La vida resurge por todas partes, cada día el tiempo es más agradable. Es el momento de la polinización de las flores para dar frutos. Es una explosión de vitalidad. Están verdeando los troncos secos y desnudos de los árboles.
Es un momento de esperanza en las cosechas que se recolectarán en verano, de esperanza en la vida que surge de nuevo por todas partes, de esperanza en que nuestros esfuerzos también darán sus frutos, que lograremos alcanzar nuestros anhelos.
Nosotros todavía estamos atravesando una larga noche fría y oscura, una noche con heladas y a veces perdemos la esperanza, nos asaltan dudas, pensamos que ya no tiene sentido continuar esforzándonos para conseguir una sociedad más justa, sin desigualdades fragantes, sin miseria, sin corrupción, solo percibimos el frío, las ventiscas y olvidamos que hay primaveras, que brotarán, que están brotando hojas verdes en los troncos resecos.
Los agricultores saben que hay primaveras y podan los árboles en invierno. Eso nos enseña que hay que continuar trabajando, esforzándonos en esta noche fría y, como ellos tener esperanza.
Cuando se tiene esperanza en la primavera se sabe que hay que continuar luchando aunque todavía no se consiga nada. Nosotros tenemos esperanza, queremos tener esperanza, tenemos la certeza de que hay primavera después del crudo invierno, que nuestro esfuerzo no es baldío.