HABLAMOS CON FERNANDO MARÍN OLALLA, médico, cuidador y pensamiento crítico
El doctor Fernando Marín Olalla lleva años trabajando para que se apruebe la Ley Orgánica de la Regulación de la Eutanasia, así como ayudando a personas en fase terminal, dependientes y con dolores insoportables a morir dignamente en su casa
Hay quien vive con otra perspectiva, la de lo que ocurre, la de la vida y la muerte. Así es Fernando, vecino de mirada curtida y pasión que se arremanga por imperativo humano y social cueste lo que cueste. Ya sabemos que es médico, le gusta la bici, hizo el Camino de Santiago y fue scout.
Él es uno de los protagonistas cuyo trabajo ha propiciado que en diciembre pasado, más allá de las ideologías, el Congreso aprobara por amplia mayoría la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. Su labor le ha costado cárcel y persecución.
Le suele pasar a los que dan la cara, pero la verdadera valentía es un añadido de la razón. Si no, que se lo cuenten a la asociación vecinal de Manoteras de la que fue uno de sus presidentes.
El marco de esta entrevista es la Sala del Mono, el mejor espacio para dialogar.
PREGUNTA: ¿Y tú de dónde eres?
RESPUESTA: Nací en Granada y me crie en Málaga. Soy andaluz de origen, del Mediterráneo. Luego me vine a terminar la carrera a Madrid. Soy de Hortaleza y de Manoteras de adopción.
¿Por qué viniste a terminar la carrera?
Yo era el delegado de alumnos en la facultad y se me presentó un dilema: o me dedicaba a mi carrera, o me dedicaba a la representación de los estudiantes. Madrid fue un cambio de aires por volver a centrarme en la carrera.
¿Por qué elegiste medicina?
Fue por descarte. Vi la oferta que había en Málaga y lo que más me interesaba era la medicina.
¿No te influyó nadie?
No lo sé. Mi padre es médico, pero se dedicó a la investigación. Sí tenía una tía muy querida, mi tía Paca, que era médica de cabecera, de familia… Era muy humana, muy compasiva.
¿Satisfecho con la medicina?
En la medicina, hay cosas que funcionan mal. La relación con la industria es muy tóxica. La medicina debería de ser más independiente. Ahora con lo de las vacunas lo estamos viendo. ¿Cómo es posible que haya contratos secretos? La medicina está mercantilizada. Hay que hacer una pequeña revolución e independizarse de eso.
«La medicina está mercantilizada. Hay que hacer una pequeña revolución e independizarse de eso»
¿Cuál fue tu primer trabajo?
Terminé en la Complutense y me puse a trabajar en un psiquiátrico. Allí estuve tres meses, pero me di cuenta de que aquello era un engaño porque se los ingresaba quince días y a las familias se les decía que la desintoxicación era una curación. Nada más lejos de la realidad. Después de pasar el mono, comienza el trabajo duro de qué cambios vas a incorporar a tu vida para no seguir consumiendo.
¿Y dónde continuaste?
A partir de lo que aprendí ahí sobre las drogas, comencé a colaborar con Amejhor. Yo conocí a Juana (su compañera) que colaboraba en Amejhor.
Primero, atendíamos a chicos que estaban enganchados. Tenían que desintoxicarse, pero a veces se desintoxicaban en casa de alguien. En casa de Begoña y José Manuel, en casa del propio cura… Ahí pasaban el mono y luego había un proyecto rural de reinserción.
En aquella época, más que de reinserción, era de exilio. A un urbanita de 20 años, ¿cómo te lo vas a llevar a un pueblo como el Berrueco?
«Comencé a colaborar con Amejhor, donde atendíamos a chicos que estaban enganchados»
Estuve unos meses en Redueña en la casa del cura y fue muy interesante, pero fue un esfuerzo humano desproporcionado. Había un problema muy grande por el número de jóvenes afectados y se había dejado en manos de grupos para que hicieran lo que pudieran porque el Estado estaba ausente.
¿Duró mucho?
Entre medias, surgió un proyecto para el que me llamó la Cruz Roja en un poblado gitano de Vallecas que se llamaba Pies Negros y, después de ahí, me puse a trabajar en la pública en el centro de salud de Torrelaguna y en varios sitios. Entonces, decidí irme a Alemania. Me fui con la idea de hacer psiquiatría o neurología, pero, cuando aprendí suficiente alemán, estuve en una clínica de atención primaria.
¿Y te quedaste?
Cuando me dieron una plaza para empezar, suponía quedarse en Alemania ocho o diez años. Y dijimos no. Mi pareja se había venido a vivir a Alemania.
Entonces, me vine y empecé a trabajar en Apoyo Positivo, una ONG que trabaja con enfermos de VIH – sida. Había explotado la pandemia del sida.
¿Cuánto duró esa etapa?
Como tres o cuatro años. Ahí aprendí lo que significa morir en casa. Y a partir de ahí empiezan a surgir personas… “Fernando, me gustaría porque mi madre quiere en casa y yo también…”. Entonces monto una asociación que se llamaba En Casa, Cuidados Paliativos con un programa que se llamaba Morir en Casa.
¿Cómo funcionaba?
Morir en Casa atendía a la gente en su casa con una enfermera. Íbamos, los atendíamos hasta su fallecimiento. Gente que quería morir en casa y no encontraba otro recurso.
Me dediqué solo a Morir en Casa y, simultáneamente, a trabajar en Derecho a Morir Dignamente (DMD), a militar en DMD, en las actividades de difusión, de acción política.
¿Debió ser complicado?
Sí, en 2012 me detiene la policía en la puerta de mi casa. Me llevan a la comisaría y luego me encierran quince días en Soto del Real por una acusación de cooperación al suicidio y delito contra la salud pública de las actividades de DMD. Entonces, por recomendación de los abogados, decidimos que el programa de Morir en Casa se integrara en DMD y desapareció En Casa, Cuidados Paliativos.
¿Solo atendías en Madrid?
Incluso de fuera de Madrid. Me iba a atender a una señora, una enferma terminal, a La Coruña y pasaba los tres días en su casa hasta que se moría. Era extraordinario. No te vas a encontrar a ningún médico dispuesto a pasar tres días o lo que haga falta o que vaya a Girona, Canarias o Baleares…
¿Qué pasó con la detención?
Tengo un juicio en el año 16 por lo del 12. Llega la instrucción hasta el 16 y entonces me condenan a dos años de cárcel con seis meses de inhabilitación profesional. A nivel personal no me afecta porque me pagaba DMD, pero estoy inhabilitado, no puedo hacer asistencia médica.
¿Te ha vuelto a ocurrir?
Luego me han detenido dos veces más, pero no ha llegado a nada. Hay mucha confusión con el tema de la sedación, con el tema del suicidio, que no es delito, pero sí de la cooperación necesaria.
¿Te integras en DMD con Luis Montes?
Luis Montes tuvo la acusación falsa en 2005. Yo le propongo que colabore con DMD y él me dice que sí, que todo el tiempo libre lo dedica a la muerte digna, pues, “ya que me han hecho conocido a mi pesar, vamos a aprovecharlo”. Lo elegimos presidente en 2008 y hasta su fallecimiento en 2018.
¿Y lo relevas tú?
No, él era de la federal y yo de Madrid. Yo hace mucho que soy el presidente de Madrid porque la verdad es que cuesta encontrar gente que quiera participar a ese nivel. El presidente actual de la federal es Javier Velasco y yo soy vicepresidente. En Madrid sigo siendo el presidente.
¿Tú también lo fuiste de la Soci de Manoteras?
Sí, en el año 96 creo que fue, entro en la asociación vecinal para reactivarla, rejuvenecerla.
Este local estaba vacío. Había un vacío legal, por lo que nadie era el dueño del local. Lo arreglamos, comenzamos a realizar actividades y una especie de club social de jóvenes.
Así estuvimos unos años muy interesantes. La asociación cogió un perfil un poquito más serio, entre comillas, porque priorizó la relación institucional, como tiene que ser, con la Junta Municipal, con la FRAVM…
¿Es difícil la participación?
Madrid es un sitio muy hostil porque, cuando la participación no sirve para nada, lo que haces es que te la cargas.
La reunión a la que ha ido más gente mientras yo estuve es la que se hizo para hacer el parking que hay en frente de la iglesia. Entonces te das cuenta de que en realidad a la gente lo que le importa es lo suyo.
Por eso gana el PP en el barrio. Es una situación triste que gente trabajadora vote a la derecha, ya no te quiero decir a la ultraderecha. Es una desubicación social total. ¿Cómo puede ser apoyar a la gente que defiende los privilegios?
¿Estuviste en las AMPA del barrio?
También he estado de presidente del AMPA de la Escuela Infantil y en el AMPA del Méndez Núñez. Nunca me borro (risas).
¿Es un buen cole?
Cuando salimos de la escuela, unos padres y madres dijimos que qué pasa con el cole. Se huía del barrio, las rutas estaban llenas. Los profes te decían llévate a tu hijo porque lo iba a pasar muy mal. El plan de la Consejería era convertirlo en un colegio ghetto porque a algún sitio tengo que llevar a los gitanos.
¿Cómo os fue?
La experiencia, muy positiva. Fue ponerse a currar y a dar la lata hasta conseguir aquella reforma integral que tuvieron que hacer… Estamos muy contentos, el cole en frente de casa, teníamos la llave, luego el MUSE…
¿Tienes relación con los scout en la Soci?
Recuerdo que me puse en contacto con los del grupo Pinar y les dije que por qué no se venían aquí. Se habían quedado sin local. El párroco de Jazmín los había echado. Entonces se vinieron y relanzaron un grupo por los chavales y las chavalas de Manoteras.
Este grupo es muy majo. Tenía una tradición muy libertaria, muy relajada, muy abierto. Fue un acierto para los chavales y una riqueza para el barrio.
¿Asusta la ley de eutanasia a la gente?
La gente debe tener claro que la eutanasia existe en todo el mundo, pero depende de a quién conozcas y depende del dinero que tengas para ir a al extranjero, comprarte los medicamentos y morir como tú quieres.
Hay un buen morir para ricos y otro para pobres. Y eso, con una regulación, se termina porque está al acceso de todas las personas. La ley tiene tantos filtros que es imposible provocarle la muerte a una persona y que eso pase desapercibido.
Eso está ocurriendo ya, pero con una ley no porque hay una serie de filtros y de informes que hay que enviar a una comisión que luego tiene que informar de todos los casos.
Es solamente para aquellas personas que cumplan los requisitos de enfermedad, enfermos terminales o personas con un sufrimiento intolerable que sean dependientes, solamente esa gente tendrá acceso a la muerte voluntaria, que será de veinte a treinta días, que no es una cosa de hoy para mañana.
¿Se puede considerar suicidio?
Es un suicidio asistido en el caso de que se beba la medicación que el médico le proporcione. El médico tiene que garantizar que todo va bien, tiene una obligación de vigilancia y de asegurar que es una muerte dulce. Entonces, si tú te lo bebes, es un suicidio asistido y, si el médico te lo inyecta, es una eutanasia. Es una diferencia de procedimiento.
Aunque a nosotros nos gusta la expresión suicidio asistido, la palabra suicidio no aparece en la ley por ninguna parte.
Es verdad que la palabra suicidio produce cierto rechazo porque el suicidio es en soledad y muchas veces es violento. El suicidio tiene un estigma negativo porque se piensa en un chaval que sufre bulling y se tira por un precipicio. ¿Y qué tiene eso que ver con un señor de 65 años que tiene cáncer y que ya no puede más? No se puede comparar una cosa con la otra. Son situaciones distintas, aunque todo se llame lo mismo.
¿Qué pasa con el testamento vital?
El sentido que tiene es que, si llego a esta situación y ya no puedo pensar y el daño cerebral es permanente, yo quiero morir. Ahora bien, si ustedes tardan un tiempo en gestionar esta petición y yo me estoy muriendo, lo que quiero es que me ayuden con una sedación.
¿Por qué solo inscriben en el centro de salud Mar Báltico?
En 2017 en Madrid se hizo una Ley de Muerte Digna que la Comunidad de Madrid no cumple. Ellos han interpretado, porque yo lo valgo, que basta con un centro de salud en cada zona de cada distrito. La ley dice “los centros de salud”, por lo que son todos los centros de salud y ese criterio geográfico no aparece en la ley por ninguna parte.
Es un asunto pendiente el promover el testamento vital. Tiene por ley que haber información visible en todos los centros de salud y eso no existe. No se ha hecho campaña. Es importante que la gente haga su testamento vital tanto si quiere la eutanasia como si no.
¿Los católicos entienden la nueva ley?
A la mayoría de los católicos les parece bien que eso esté regulado porque se ponen en el lugar de esas personas que han salido en la prensa y en los medios de comunicación y comprenden. María José Carrasco, a quien tuvo que ayudar Ángel, o José Antonio Arrabal, que se tuvo que suicidar antes, o Carlos Martínez, que decía que en su vida lo único que pedía era morir como un perro, ¿no? Lo entienden perfectamente, la gente lo entiende y sabe que eso no tiene nada que ver con cargarse a alguien. Lo que pasa es que tienen un problema entre la jerarquía y el pueblo llano.
¿Qué mensaje das sobre la ley de eutanasia?
Sobre todo, que la gente esté tranquila, que esto es para casos en los cuales la gente ya no puede más. Lo que esperamos es que esto se va a incorporar a la medicina como algo necesario y la gente tendrá más claro primero que tendrán que interiorizar que nos vamos a morir y que no se quiere morir mal.
Publicado en Peródico de Hortaleza. Acceso Periódico Hortaleza