La soledad en sí misma no es problemática, todas las personas necesitamos esos momentos solitarios para meditar o simplemente para que nadie nos maree, pero de estos momentos no vamos a hablar.
Hay otro sentimiento que se instala sin pedirnos permiso y que decide no abandonarnos, sin quererlo ni elegirlo se ha convertido en un compañero de vida.
Claro, es la soledad no deseada, la que sufrimos en silencio porque, y ese es el problema, no tenemos con quien compartirla.
Pasamos nuestra vida compartiendo nuestro propio crecimiento como personas en el entorno familiar, luego los estudios, el trabajo, los amigos y compañeros en estos tramos vitales no nos suelen fallar, sin embargo, cuando vamos dando otros pasos, como por ejemplo la jubilación la situación cambia aunque no tiene por qué ser a peor, siempre que la hayamos gestionado a tiempo.
¿Cómo hacerlo? Depende de cada persona. Lo que sí es igual para todas es que el camino a recorrer no puede hacerse desprendiéndonos de golpe de nuestro entorno, hay que ir tejiendo el futuro cierto y planear lo mucho que nos queda por vivir, con un sentimiento fuerte, de ir sumando lo que hemos sembrado durante tantos años. Hay un período de transición al que nos tenemos que agarrar para prepararnos a tiempo.
Sí, no es fácil. Porque a medida que van pasando los años hemos ido ganando en experiencia pero también hemos ido perdiendo a muchas personas cuyas vidas tenían marcado un fin prematuro y con ellas se han ido muchas ilusiones o razones para continuar vivienda.
Las pérdidas de familiares a partir de ciertas edades se producen y la soledad encuentra una puerta por la que entrar en nuestras casas.
Ahora existe una gran preocupación social porque somos cerca de dos millones personas las que sufrimos la soledad, esa que incapacita, la que hace que perdamos nuestra mirada inteligente y curiosa, la que consigue que nos vayamos marchitando sin hacer nada por evitarlo.
Bien, pues no queda otro remedio que plantarle cara con el apoyo de otras personas que viendo que nuestras vidas se consumen nos quieran ayudar. Hablo de los entornos próximos, de la vecindad, del sitio donde compramos el pan, de los centros cívicos y especialmente de nuestros médicos de familia, de la teleasistencia, de los centros de servicios sociales y asociaciones de vecinos de nuestros barrios a quienes no les tenemos miedo en abrirles la puerta y nuestro corazón.
Stop a la soledad no deseada, tenemos que lograr que no sea invisible, porque si bien no es una enfermedad sino una emoción se puede convertir en un problema de salud.