La sesión dedicada a Cuidados al final de la Vida. El cuidador principal, dentro del Taller sobre la Muerte Digna que bajo la dirección del Dr. Montes se sigue desarrollando en la Asociación de Vecinos, Maribel Teigell, enfermera con muchos años de experiencia en cuidados paliativos, analizó los conceptos que a continuación se describen:

En la antigüedad, la medicina prácticamente se dedicaba a la observación de la evolución de la enfermedad, cuando ya no se podía hacer nada, el paciente quedaba en manos de su dios. Tradicionalmente se regía por dos principios éticos:

                 Benefiencia, procurar hacer el bien.

                 No Malefiencia, no hacer daño conscientemente.

En esta concepción de la medicina, al incorporar la ética cristiana, el empeño fundamental es evitar la muerte. La lucha contra la enfermedad a ultranza, conlleva considerar al paciente como a alguien a quién hay que tutelar y por el que hay que tomar las decisiones que le convienen. Opuesto éste criterio, a reconocer la autonomía y la dignidad del paciente.

Los avances tecnológicos, que han dado enormes beneficios a la humanidad, han incrementado la lógica de evitar la muerte o retrasarla como fin en sí mismo. En los años 60, surgió el movimiento "Hospice" que propició el desarrollo de los cuidados paliativos y cuyo objetivo es el mayor confort del paciente en todos sus aspectos, sanitarios, psicologicos, sociales…

Bajo la ética de cuidados el objetivo de la medicina no es la enfermedad, ni la preservación de la vida sino el ser humano enfermo. La lucha por conservar la vida, no puede estar por encima del ser humano, ni la voluntad del sanador por encima de la del enfermo.

Cuidar ha sido tradicionalmente un "asunto" de mujeres. Es un valor social aceptado. Si cuidas eres más mujer, si cuidas mejor más valiosa. Se agradece la incorporación progresiva de los hombres a esta dura tarea pero no olvidemos que a veces en este empeño va nuestra vida entera, nuestro tiempo, nuestra energía, nuestras ilusiones, nuestro crecimiento personal y nuestros afectos, dijo. En demasiadas ocasiones el cuidador principal no tiene vida propia: vive su vida en función de la vida del que cuida y sustituye con sus decisiones la voluntad del otro.

Al final de la vida se hace más evidente lo que llamamos el empecinamiento familiar, ya que la familia a veces pide más y más tratamientos, sin querer ver la realidad.

Aparecen los sentimientos de culpa, los convencionalismos sociales, el miedo a la soledad o atavismos religiosos que ponen en riesgo la dignidad del enfermo y nuestras propias resistencias. No hay que querer para otros lo que no querríamos para nosotros. No quiere más aquél que permite más sufrimiento.

Y como conclusión afirmó: # Cuidemos si tenemos que hacerlo, # Dejemos cuidar si no podemos. # Enseñemos a los más  cercanos a compartirlo. # Exijamos a los poderes públicos su cuota de responsabilidad.

El cuidador necesita cuidados, su tiempo, su espacio y la generosidad de respetar la autonomía y la dignidad del que cuida.