Todos estamos alarmados por el escándalo de las tarjetas black de los consejeros de Caja Madrid. Desconocemos la posible legalidad de estas tarjetas pero no se comprende como el banco las daba a sus consejeros, que ya tenían retribuciones desmesuradas, sin necesidad de justificar los gastos.
Nos estamos refiriendo a la caja que luego pasó a ser Bankia, la de la estafa de las preferentes a los pequeños ahorradores, en su mayoría personas mayores, la que quebró y tuvo que ser rescatada por el Estado con miles de millones, que estamos devolviendo todos los españoles.
Indigna los gastos de estos consejeros con las tarjetas, gastos de miles, de muchos miles de euros en hoteles de muchas estrellas, en los restaurantes más lujosos, en banalidades superfluas, indigna el despilfarro de dinero en unos años en que la sociedad está angustiada por la crisis, por la pobreza, por la marginación de tantos hombres, mujeres y niños.
Estos distinguidos consejeros carecían de los valores éticos más elementales, carecían de rubor ante una sociedad que está pasando penalidades. Y alguno de ellos recomendaba contención laboral y austeridad presupuestaria, es decir, bajos salarios y más recortes.
Lo peor es que este escándalo nos hace sospechar que hay una clase social de consejeros y altos directivos de los grandes bancos y las grandes empresas que perciben remuneraciones desorbitadas y también que llevan una vida de lujo y despilfarro, una clase que no siempre es la poseedora de las grandes fortunas pero que trabaja para ellas y apoya a sus directrices.
Nos hace sospechar que perciban estas remuneraciones tan elevadas a las que hay que añadir prebendas porque están muy preparados, porque son muy listos y además, porque apoyan un sistema corrupto, un sistema que está desmantelando lo que queda del estado de bienestar, concentrando la riqueza en unos pocos mientras los demás se empobrecen.
Y este sistema forma una trama, como diría Monereo, de corruptores y corruptos que se retroalimentan. El sistema necesita la corrupción de otros para operar libremente.
Parece que siempre ha habido corrupción, el Duque de Lerma amasó una fortuna cuando fue valido de Felipe III y esto hace ya mucho tiempo, pero ahora la sociedad ya no se resigna, no lo tolera, no tolera que unos pocos le roben el dinero cuando pasa estrecheces y penalidades.
No es tolerable, si queremos lograr una sociedad más justa y solidaria hay que cortar todas las formas de corrupción y para ello es preciso lograr la mayor transparencia en todas las instituciones públicas y también en las grandes fortunas y empresas.