Llevamos muchas vidas hablando de las variantes del teatro: teatro inmersivo, teatro de trinchera, teatro social, teatro documento, teatro inclusivo…
En esta pieza intentaremos aproximarnos a una problemática social trascendental para poder posibilitar un teatro inclusivo.
Un teatro para todas las personas, tanto en la escena como en las butacas, porque el teatro es cultura, sí, pero también es entretenimiento y espacio de socialización. El teatro es el reflejo de una sociedad, una sociedad culta tiene las salas con actividades en la escena, pero aparece un, pero, como siempre. Hay muchos escenarios que están mal pensados y mal gestionados. ¿Qué pasa en un espacio teatral cerrado, con escenario, camerinos, tramoya, patio de butacas…? ¿Cómo transita por él un intérprete en silla de ruedas?
A esta forma clásica de hacer teatro le llueven los problemas y la sociedad no está concienciada desde ningún aspecto para resolverlos. Las barreras de acceso, las sociales o los muros de prejuicios crecen como las viviendas turísticas en una ciudad costera. El pasado mes de octubre se celebraron en Cádiz (ciudad costera), las XV Jornadas sobre Inclusión Social y Educación en las Artes Escénicas y la Música. Patrocinadas siempre por el INAEM junto a otros colaboradores.
Jornadas siempre de gran interés: Muchas propuestas y pocos medios, muchas ganas de hacer y pocas subvenciones, muchos gestores culturales y artistas expectantes y poco compromiso de los productores públicos y privados…
Aun así, no se pierde la ilusión, los pasos dados son cortos, todavía discapacitados, pero seguros, con las mochilas cargadas de grandes proyectos y capacitación profesional.
La pregunta de todos, durante estos años es: ¿Cuándo podrán trabajar cotidianamente las personas con discapacidades en la AAEE y la Música? (Partamos de la base de que discapacitados, en algún aspecto de la vida, somos todos) Sí, todos somos discapacitados: mujeres, mayores, enfermos crónicos, transexuales, transgresores, transeúntes desinformados de las últimas tendencias y tecnologías, ciegos, tuertos, sordos, sorderas, mudos, migrantes, marginados conscientes, solitarios obligados, hiperpotentes excluyentes, negacionistas con neblina, apocados incluyentes, machirulos contrariados… Todos.
Sé que es difícil entender esto. No estamos preparados para formar parte de la diana de excluidos. Sin embargo, somos excluyentes: ¡Oye niña! ¡Qué no te enteras abuela! ¡Ahí te pudras sola! ¡Negraco! ¡Mujer tenías que ser! ¡Marica de mierda! ¡Mono!
Y así, un amplio florido y cultivado ramillete de adjetivos descalificativos. La retahíla no tiene muros, los hay relacionados con la racialización, los cuerpos disidentes, el edadismo, la soledad, el volumen…
Hay quien piensa, y yo lo suscribo, que un patio de butacas es el fiel reflejo de la sociedad. ¿Cuántos mayores hay en las salas? ¿Cuántos migrantes se sientan en ellas? ¿Cuántas personas cargadas de soledad ven una función?
Apenas veremos sordos, porque muy pocas butacas tienen un sistema apropiado para sordos y pocas salas cuentan con un lugar en el escenario dedicado a la transcripción escrita de los diálogos que se interpretan en la escena. ¿Cuántas salas tienen la posibilidad de dar cabida a, pongamos por caso, cuatro amigas con discapacidad funcional completa? Hay pocos espacios habilitados para sillas de ruedas en un patio de butacas y las pocas que hay están separadas entre sí. Las parejas en sillas de ruedas no pueden estar juntas en un teatro. Los empresarios entienden que debe existir un espacio para las personas “raritas”, pero se les impide socializar. Ellos alegan que tampoco pueden ir cuatro amigas en un autobús, no hay sitio para tanta silla de ruedas. Esto ya lo denunció El Langui, hace años.
Tampoco pueden ir juntas en el tren, parece ser, eso se denunció en estas Jornadas de Inclusión, que solo hay un espacio por tren dedicado a la silla de ruedas. Una pareja no puede ir de vacaciones junta si ambos usan silla de ruedas.
Siempre se ha dicho que el teatro es el reflejo de la sociedad y vemos que la sociedad no es inclusiva.
Cómo se puede crear una compañía teatral cuando las barreras comienzan en los transportes. Esa es una de las quejas de gestores culturales y productores teatrales y musicales. Y no se está pidiendo algo imposible, inaceptable o progresista. Solamente que se cumpla con la ley. Existe desde mediados del pasado siglo el derecho a la libre circulación, que emana de la carta de Derechos Humanos.
¿Por qué la sociedad y las administraciones siguen estando tan reticentes?
Publicado antes en elobrero.es