¡Plaza, gran Plaza de España en Sevilla!
Es bonita que te mueres,
es grande como ninguna
es una plaza que alumbra
al sol de mayo que la inunda.
¡Ay plaza de España fecunda,
más que la mayor fortuna,
eres bella, eres mora
y de linaje español
la más amplia y profunda.
Bueno, pues los sevillanos, ya saben lo que es votar mal cómo diría un facha ilustrado… ¡él dijo votar bien!, en este caso es lo contrarío. El alcalde del PP, la quiere, ¡ay Dios Santo, cómo no!, privatizar. Darle esa gestión millonaria a una empresa privada que obtenga la concesión y cobre a los extranjeros por entrar, verla y admirados , pasearla, ¡ese dinero es para cuidarla! y que los oriundos, o sea los sevillanos, no pasen por la taquilla… excepto, claro está, para ver el paseillo de los modelos de una firma de campanillas o presentar el último ejemplar de una moto japonesa, un coche de alta gama o la comida envasada por una multinacional de la ensaladilla.
Cerrar iglesias no basta, hay que pagar por ver el retablos y su buena imaginería, que a rezar ya no entra nadie después de sus picardías y decir, sin sonrojarse, que los pecados con niños ya se quedan sin más… en manos de Dios, ¡natural y benditos sean!, y no de la atenta jerarquía.
Esto de privatizar, es cosa de su máximo interés, de su política activa, y tras acabar con el Estado del Bienestar, y no tener que pagar sanidad universal, ¡privatizada es mejor como se ha visto en las residencias, el COVID y, quizá, en futuras pandemias. Las subvenciones al parado, incluso de muy larga duración, o las ayudas a la infancia desvalida es cosa del rojerío… ¡basta ya, carajo, de tanto tirar el dinero!, mejor gastarlo en mascletás y escuelas de buen toreo.
Tras la Plaza de España, vendrá la Plaza Mayor, la vieja de Salamanca y la del bello Obradoiro… si antes no va, la Plaza de Oriente que, ahí, también entra mucha gente.
¡Pardiez que hay que saber votar!, ahora bien lo sabe mucha gente y… ¡a pagar!, que es caro circular, respirar y andar por las avenidas, callejones y esquinas, también la del Bernabeu, respirando SO2, humos, ruidos, suciedad y esas caquitas de perro que tanto gusta pisar. ¡Oyes, es que hay que saber votar… ¡carajo!