La campaña contra la industria ballenera japonesa parece que está dando su fruto. La Agencia de Pesca de Japón (APJ) ha tenido que reconocer públicamente que en la industria ballenera tienen un problema de malversación de fondos.
Dos funcionarios han tenido que disculparse públicamente por aceptar "obsequios" de carne de ballena por valor de 2.200 euros. Pero hay algo que puede ser aún más importante, a los jóvenes japoneses no les gusta tanto comer la carne de este cetáceo. A pesar de las campañas publicitarias la carne de ballena se acumula en los congeladores de los industriales. La venta ha caído un 30%, probablemente porque las nuevas generaciones no se pueden costear lo que para sus padres era un manjar o porque las campañas de los ecologistas y la opinión mundial ha hecho mella en sus costumbres gastronómicas.
Si continúan así es probable que pronto dejemos de ver escenas como las de este vídeo de Greenpeace.