El día mundial del Jazz se celebra el 30 de abril desde hace 5 años. UNESCO tiene la culpa.
La Cátedra Fernando de los Ríos de Laicidad y Libertades Públicas de la Universidad Carlos III de Madrid, con el patrocinio de la Comisión Nacional Española de Cooperación con Unesco, lo celebró el pasado jueves en el Centro Cultural Puerta de Toledo, todo un lujo.
La acústica de la sala era buena la compañía grata y la mesa que lo presentaba genial, muy compensada y amena.
Luz Modroño, el “alma mater” de estos tinglados en los que nos metemos unos cuantos amigos de la Ciencia, la Educación y la Cultura, presentó el acto, tras las palabras de rigor cedió la palabra a uno de los invitados, el Jazzman Joseph Siankope, ¿por qué Jazzman? Solo porque toca un montón de instrumentos, canta muy bien y cuando canta una nana o cualquier canción de su tierra, la antigua Rodesia, hoy Zimbabue, se hace acompañar con las manos, golpeándose rítmicamente en el pecho, haciendo pitos con los dedos y hasta con los pies. Es un hombre orquesta y por tal motivo se le otorgó, hace años, la mención de “Ciudadano Honorífico de nueva Orleans”, cuna del Jazz.
En Joseph se hace realidad el dicho: El camino más corto del arte para conseguir la originalidad es la sinceridad.
Además de Jazzman es showman, sabe, con total maestría, guiar al público por los caminos del jazz con sutiles aderezos en cuanto a participación, les pide primero formar un coro simple en una Nana preciosa en la que le acompañó la cálida voz de Olga, su compañera de amores y cantares.
Luego seguimos haciendo el coro de una canción de trabajo agrícola de su tierra y siguió y siguió dando espacio y ritmos al público presente a la par que nos contaba su infancia.
Dejó de contar su vida en un país del apartheid como fue Rhodesia, su paso a Nueva Orleans con sus hermanos y triunfo de una música, que era la de su niñez y sus orígenes y que los norteamericanos le habían dado en llamar Jazz.
Alguien en esa banda primera le dijo que de todos los instrumentos que tocaba, la trompeta la bordaba, hizo caso y se quedó con ella para siempre y con su voz, esa que saca a relucir entre extenuantes y complicados solos de trompeta.
Fueron 45 minutos excelsos, la sala estaba volcada con Joseph, no paraba de sacarle sonido al metal, con la ayuda de un sombrero imitaba sonidos de la selva, con la sordina hacía que las notas, primero se lamentaran y luego lloraran,- no supe si por la llegada del TTIP o por los desahucios que nos siguen acorralando-. Siguió experimentando con un vaso de cristal en la boca de la trompeta y nos llevó a sonidos ininteligibles y hermosos, todos estábamos rendidos a su forma de comunicarse, de crear.
Un amigo, que fue casi por obligación, y que el jazz ni le gusta ni lo entiende, estaba alucinado y entregado al rico espectáculo de nuevos sonidos, algo mucho más que un concierto, era una experiencia social de primera magnitud, toda una sala comulgando con esos ritmos y esas expresiones que le hacía lanzar a la trompeta…, fue cuando miró el reloj y nos apuntó que él a esa hora debería estar tocando en otro sitio.
Nos dejó con la miel en los oídos y las gargantas calientes y se fue con todo el sudor de su cuerpo. Fue cuando comprendí que la trompeta es una buena herramienta para perder peso, es una especie de sauna mucho menos aparatosa y más armónica, al menos si la acaricia Joseph.
La actuación estaba acompañada por un magnífico músico y cantante, mi amigo Víctor Javier Huedo, supo estar en segundo plano para dejar al maestro que diera rienda suelta a la voz de la trompeta, pero cuando Víctor se quedó solo, como amo de la escena, la cosa varió de instrumento pero siguió encantando a los encandilados presentes, supo encontrar eso que nosotros llamamos chispa, aje, duende…, arte y consiguió sacar unas preciosas notas al piano con canciones de los grandes, conocidas por todos.
Por último José García Martínez, periodista de El País, crítico de jazz y músico cuando le dejan, nos contó un poco la vida musical de Joseph, identificó los pasos que este había dado en el traslado de la música y los ritmos de un continente a otro, nos dio la razón a muchos confesando que el jazz no existe como movimiento musical, es algo espiritual y único, por tanto el que hace jazz, hace su jazz individual y personalizado y solo lo hace aquel que está tocado por los dioses del Olimpo para ese menester, lo mismo, pienso yo, que ocurre con el cante de las minas y otros palos del cante hondo, muchos están pero no son, los que están lo identifican con un nombre para que se advierta sobre su procedencia, pero los que son, no necesitan de corsés.
Joseph, está en activo y se le puede escuchar con su banda en el café de Oriente los viernes en la noche.
Para muestra un par de botones, espero que os guste, así el próximo año seremos más disfrutando de la música que hacen estos músicos.