por Baher Kamal. Roma
La crisis humanitaria es una bomba a punto de estallar con 130 millones de personas vulnerables a quienes les urge recibir asistencia y, sin embargo, los países poderosos, principales responsables de la coyuntura actual y que por lo mismo tienen posibilidades de cambiarla, siguen haciendo como que no escuchan ni ven las señales de alarma.
La Cumbre Humanitaria Mundial, realizada en la ciudad turca de Estambul el 23 y 24 de este mes, significó un esfuerzo sin precedentes para las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los países miembros y cientos de organizaciones no gubernamentales que lanzaron un proceso de consultas con más de 23.000 actores, con el fin de retratar el drama humanitario actual.
Acordaron un ‘gran pacto’ con el fin de colocar más recursos en las manos de quienes más los necesitan y son víctimas de crisis que no causaron. La cumbre también logró un apoyo unánime para las cinco responsabilidades fundamentales, que contribuirán a aliviar el sufrimiento humano, a prevenirlo y hasta terminarlo.
Alrededor de 9.000 participantes de 173 países, entre ellos 55 jefes de Estado y de gobierno y cientos de otros actores clave, alertaron sobre el agravamiento de las crisis actuales y lanzaron fuertes llamamientos a la acción para evitar que en cualquier momento explote la ‘bomba humanitaria’.
Además, los gobernantes del Grupo de los Siete (G7) países más industrializados y de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU permanecieron al margen de la primera cumbre humanitaria, limitando su presencia a delegaciones con funcionarios de menor jerarquía.
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