El filósofo y sociólogo polaco de origen judío, Zygmunt Bauman ha fallecido el 8 de enero de 2017. A su marcha ha dejado una extensa obra, que ayuda a entender los profundos cambios que las sociedades están experimentando en su transición del siglo XX al XXI.
Su aportación más conocida y popular es el concepto de modernidad sólida y modernidad líquida. Por esto le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.
En épocas pasadas y recientes, las estructuras del Estado, familia, trabajo, barrio, eran sólidas y proporcionaban a los ciudadanos la formación de una identidad estable.
En la actualidad, todas estas estructuras se están desmoronando, son estructuras frágiles, muy cambiantes, variables, y dan lugar a la modernidad líquida, de mayor inseguridad, incertidumbre, mayor capacidad de elección y la formación de identidades más frágiles, permeables, que varían con la globalización y el consumismo.
Se hace evidente a los ciudadanos la necesidad de hacerse con una identidad flexible y versátil que haga frente a las mutaciones que hay que enfrentar durante la vida.
Según Bauman el concepto trabajo se está moviendo, se está desplazando. La estructuración de las relaciones laborales es diferente a las de años pasados.
Hoy es difícil conseguir un puesto de trabajo y las personas tienen que luchar por mantener su puesto una vez lo consiguen.
El trabajo es fuente de incertidumbre y miedo y el miedo produce reacciones contra la diferencia que lleva a una deshumanización, tomar posturas contra los refugiados, y la inmigración económica por el temor de tener que competir en el mundo laboral.
Se incrementan las desigualdades y el miedo a lo desconocido.
Otros aspectos de su pensamiento ayudan a reflexionar para una mayor comprensión de los cambios sociales dinámicos que se están produciendo:
la individualización, que comporta la gestión de la felicidad como deseo individual frente a la idea de deseo para todo el género humano que aportaba la Ilustración. El gestionar cada uno la propia salud, aún con pocos recursos.
El exceso de conocimiento, que hace difícil distinguir entre el conocimiento útil y el que no lo es.
En este sentido la paradoja de la globalización, con la tecnología y muchos flujos de conocimiento pueden dar mayor ignorancia y sin duda la necesidad de interpretar la información, ante esta invasión de datos y flujos informativos gestamos un engendro que no sabemos qué hacer con él, “un monstruo”.
Por último un gran éxito suyo ha sido saber conectar lo cotidiano, con las grandes teorías filosóficas provocando análisis en profundidad de temas como: la post- verdad , banalización, consumo.
Para, “entender este momento tan raro en que se acepta casi todo porque no somos capaces de entender casi nada”, con el reto, en la actualidad, de convivir juntos personas diferentes, resaltando la importancia de la empatía y huyendo de posturas que se están dando en la convivencia de las sociedades occidentales como son la de excluir al otro, asimilar al otro, o hacerle invisible.