A la increíble peripecia del referéndum independentista catalán y todo su entorno se le ha aplicado –como a otros hechos sociales y políticos de la actualidad- la expresión choque de trenes. Me parece un simbolismo acertado y bastante generalizable, aplicable también al mundo de nuestras relaciones personales y sociales, al dinamismo de los grupos naturales o culturales en los que estamos insertos, etc.
En muchas de estas relaciones descubrimos una violencia frontal -aunque encubierta-, ataques de revanchismo y estrategias de un protagonismo descarado o sutil. Esta acumulación de rasgos negativos nos hace olvidar o marginar el carácter dialéctico de la realidad, la necesidad de la tolerancia y del diálogo veraz en la actividad social y política, en la reflexión intelectual y en el debate colectivo.
Resulta necesario y beneficioso acudir a la experiencia personal para descubrir en ella formas distintas y originales de positividad y creatividad que enriquecen nuestro escenario y contrarrestan sus limitaciones y carencias, su aspereza y precariedad. Todos recordamos, por ejemplo, nuestros primeros pasos en dirección a un cierto liderazgo en los años escolares, o la iniciación a la creatividad artística, o los prometedores hallazgos en la precisión y riqueza del lenguaje, etc. Avanzando en el curso del tiempo nos asombrará la abundancia o la falta de cintura política en la vida parlamentaria o en el ámbito ciudadano… Serán siempre aprendizajes útiles y hasta necesarios en el camino hacia una mayor ductilidad en el tejido de nuestras relaciones y tareas.
La violencia en cualquiera de sus formas es siempre cuestionable. Las expresiones de la violencia frontal nos estremecen, pero las muestras de una violencia sesgada o sutil nos repugnan de otra manera acaso más afilada y penetrante. La violencia de género es un ejemplo elocuente de la primera, y las infinitas formas de dominación encubierta y manipuladora atestiguan la vigencia de la segunda. Ojalá no nos salpiquen los efectos directos o indirectos de ninguna de ellas, sea como actores o como víctimas.
Por todo ello resulta adecuada la expresión choque de trenes para definir una situación concreta como la del referéndum catalán y muchas otras que reflejan una tensión extrema y un conflicto descarnado. De todas ellas podemos extraer lecciones positivas para nuestra mejor convivencia, más racional y equitativa.