Este domingo se celebra el día Mundial contra esta práctica ancestral que viola los derechos humanos y la dignidad de la mujer. Según la ONU, alrededor de ocho mil niñas sufren cada día la ablación genital.
Y no sucede muy lejos de nosotros, aunque en la mayoría de los países europeos se considera delito, esta tradición bárbara se mantiene en muchas familias de inmigrantes. La OMS considera que en Europa vive medio millón de mujeres que han sido mutiladas en sus países de origen y unas 180.000 niñas que corren peligro de estarlo, de ellas unas 10.000 viven en España.
También el Islam lo prohíbe, pero en África y Asia sigue siendo una práctica extendida. La Comunidad de Madrid ha destinado 2,8 millones de euros desde 2005 a la lucha contra la ablación genital en África, ha financiado proyectos en Tanzania, Mauritania, Senegal, Gambia, Kenia y Sierra Leona en sensibilización, educación y generación de alternativas a esa práctica que puede ser algún ritual festivo.
Malí es uno de los países en los que más se practica la ablación, la sufren en torno al 85% de las niñas y en algunas zonas llega hasta el 98%. Es un tema difícil de tratar, incluso de hablar porque allí es tabú, las decisiones se toman en la comunidad que está formada por abuelos, madre, padre, tías, primos. Las niñas no pertenecen a sus padres sino a la comunidad que toma todas las decisiones que le conciernen.
Hay toda clase de leyendas en torno a la ablación y supuestos beneficios para la mujer, pero lo cierto es que provoca hemorragias, infecciones, esterilidad y grandes dolores. En Malí la ablación es legal pero no pueden realizarla los médicos, lo hacen mujeres sin ninguna formación con cuchillas mal afiladas y en lugares sin ninguna higiene.