El gran Marx, naturalmente hablamos de Groucho, preguntaba en una de sus célebres desmitificaciones de la realidad: “¿A quien va usted a creer, a lo que yo le digo, o lo que ve con sus propios ojos?”. Pues así es la realidad en la que quieren que vivamos en la Comunidad de Madrid.
Y nosotros ¿a quien debemos creer?, ¿a lo que vemos, o a lo nos dicen?
Y lo que vemos, como, la inmensa mayoría de quienes trabajan o se interesan por la enseñanza, es que en el transcurso de los últimos años, la atención a la enseñanza pública ha ido disminuyendo progresivamente en beneficio de la concertada y de la privada pura y dura. Y que han aumentado las subvenciones y las cesiones de terrenos para la construcción de centro privados mientras se mira hacia otro lado cuando en algunos de esos centros se procede a la segregación entre niños y niñas.
Pero claro, todo se ha ido acompañando de una negación sistemática de lo que sucedía. Todo era, decían: “mentiras de los de siempre”. Y mientras, en las campañas publicitarias de autobombo de la Comunidad se ha derrochado un dinero que debería haberse invertido en beneficio de la ciudadanía, queriendo convertir a los educadores en “autoridades” (y muchos tenemos memoria de lo que quieren decir con esa palabra). Y mientras, se permitía que la integración escolar de la inmigración se produjera única y exclusivamente en los centros públicos. En definitiva, la degradación de la enseñanza ha sido constante y así hemos llegado hasta este otoño.
Y en este otoño estamos asistiendo (bajo el pretexto de la crisis) al más profundo ataque contra la enseñanza pública. Los que hace poco eran “autoridades”, han sido tildados de vagos e insolidarios; los que discrepan son englobados en una amalgama de insultos y descalificaciones, que concluyen con que son todos “antisistema” y el orfeón mediático de los medios afines al partido popular, se lanza en tromba contra profesores, estudiantes y padres, que están diciendo: “hasta aquí podemos aguantar”.
Nosotros creemos básicamente en que la enseñanza pública es la garantía de la cohesión social; el mejor remedio para la integración de los miles de alumnos de las mas diversas nacionalidades que están en nuestras aulas; la vía para garantizar la igualdad de oportunidades y, bien dotada, el mejor remedio para que la inversión en educación, sea nuestro pasaporte para un futuro mejor.
El dinero empleado en educación pública no es un gasto, como piensan nuestros responsables políticos, es la mejor inversión que puede hacer un país, pero nos dicen que “hay que recortar” y pretender convencernos de que no están tocando la educación pública y como, en “Alicia en el país de las Maravillas”, utilizan las palabras con el significado que ellos deciden que tiene. Sostienen que no están deteriorando la enseñanza pública y pretenden que, aunque nosotros comprobamos lo contrario, les creamos, porque piensan que el poder decide como es la realidad. Y así será si los ciudadanos no se lo impedimos. Está en nuestras manos.