Dentro del espacio LA BIBLIOTECA PRESENTA, recibimos en la Asociación Valle Inclán-Prosperidad a Javier Sádaba. Autor bien conocido, catedrático emérito de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid. Gran conversador, respetuoso siempre en el diálogo, aunque radical en sus afirmaciones, nos presentó el lado más humano de su personalidad, en el que nos relató, que después de su viudedad, un golpe muy fuerte para su existencia, sólo salió de ella, publicando el libro que ahora nos ocupa.
Son unas Memorias de la sociedad española de los últimos cuarenta años, con todas las personalidades que ha conocido, filósofos españoles, Caffarena, Aranguren, y extranjeros, Chomsky el más famoso. Hizo sus distinciones como el presentador había advertido en su introducción, que es bien cierto que hay un sinnúmero de intelectuales, filósofos algunos, que tras sus exposiciones, libros, alocuciones, participaciones en eventos, tertulias, etc. no hay quién les entienda. La falta de claridad o de rigor político y docente, lleva a un entorno de una élite inspirada en la vanidad y el orgullo personal, que no refleja la realidad en la que vive, ni intelectual, ni real.
Puso muchos ejemplos, de la vida política y de las diferentes participaciones de partidos, media, y demás. De la falta de concreción, de las tergiversaciones, y del cambio de mentalidad en cuanto llegan a posiciones de poder o jerarquía.
Y la solución para salir de tanta mendacidad es difícil, porque los media, periódicos, televisiones, radios, incluso medios digitales, están dominados y frecuentados por grupos de poder, salvo gloriosas excepciones, muy minoritarias.
Este pequeño libro de Memorias de la última parte de su vida, afirmó, no es el mejor. Su estima se decanta por “Memorias comillenses” escrito hace años en el que reflejaba sus estudios de teología y los profesores con los que había debatido.
Después de esta exposición, a la que asistió un número elevado de público, dado lo atractivo de la convocatoria, se pasó a un debate, nada tranquilo, al que contestó con la verdad de lo que él piensa, sin dejarse llevar por posiciones moderadas. Algún debatiente no quedó muy contento con las respuestas, pero como él mismo aclaró, no faltaba al respeto a nadie, sino que expresaba su opinión basado en sus conocimientos de la situación.
Como en todo discurso filosófico o politíco no se trataba de convencer sino de exponer sus convicciones.