Estamos soportando una crisis económica, social, democrática, ecológica, de agotamiento de recursos energéticos y, además, una profunda crisis de valores éticos.
La sociedad vive angustiada por el paro, todos tenemos a familiares o amigos que se han quedado sin trabajo, conocemos a jóvenes con estudios universitarios que no encuentran trabajo y piensan emigrar al extranjero, estamos indignados por el desmantelamiento de la sanidad pública, por la degradación de la enseñanza primaria y universitaria. Estamos preocupados, hemos leído artículos, incluso libros analizando el origen de la crisis financiera.
Ya sabemos que se ha ocasionado por una desorbitada especulación financiera sin ningún control, ya sabemos que nosotros no somos los responsables por haber gastado por encima de nuestras posibilidades porque cuando queríamos comprar un piso el banco nos ofrecía crédito con facilidad e incluso nos valoraba el piso al alza para que pudiéramos tener más disponibilidad de dinero. Los bancos querían hacer negocio y las inmobiliarias vender sus pisos y en aquellos años, con los sueldos de la pareja podíamos pagar la hipoteca. Significaba el esfuerzo de años pero se podía abordar.
La crisis económica nos ha arrastrado a una profunda crisis social con el paro, con el hundimiento de los servicios sociales. La población que vive por debajo del umbral de la pobreza se ha disparado al 22 % y Cáritas y todas las organizaciones asistenciales están desbordadas.
También se ha degradado la imperfecta democracia representativa que teníamos. El Gobierno actúa siguiendo las directrices de la troika, del capital, en temas de gran trascendencia social y económica. Desde hace años los Gobiernos de España han ido haciendo dejación de sus funciones y ahora estamos en las manos del gran capital, de los especuladores. ¿Dónde está la soberanía popular? ¿Y la democracia?
Desde hace años se está denunciando la profunda degradación del planeta, la contaminación del agua, el cambio climático producido por las emanaciones de anhídrido carbónico que tendrá, que está teniendo, graves consecuencias por el agotamiento de los recursos energéticos, del petróleo y el gas natural.
Pero hay más. Estamos asistiendo a una pérdida de valores éticos en todos los ámbitos. Desde hace años todos los días van saltando a la prensa escándalos financieros y urbanísticos de miles de millones generados por las tramas de banqueros, políticos y empresarios.
En el mundo financiero nadie reconoce sus responsabilidades, sus errores, todos dicen que han tenido un comportamiento intachable y nadie es juzgado por haber arruinado al país, a millones de personas mientras se enriquecían.
El sector bancario incluso expresa sus reticencias ante la chapuza del Gobierno para evitar los desahucios de las personas que están en la absoluta miseria. Argumentan que se perderá en sentido ético de responsabilidad ante las deudas.
Se están haciendo los recortes presupuestarios en sectores clave para la sociedad como las prestaciones sociales a los que tienen menos recursos económicos, a los discapacitados, a los que están en la miseria mientras que se rescata a los bancos con cifras millonarias. Es una muestra de carencia de sensibilidad social, de ética. El Estado ha dado apoyo económico a los bancos pero no hay dinero para evitar los desahucios que dejan las familias en la calle.
Sabemos que las diferencias económicas entre el 10 % o el 1 % más rico y el 10 % más pobre se están profundizando. Ahora unos pocos se están enriqueciendo.
Creemos que esta profunda pérdida de valores éticos y sociales es uno de los mayores problemas del país, problema que queda relegado en los discursos políticos y económicos.
Nuestra lucha, nuestra confrontación con el sistema liberal es ciertamente difícil, tenemos que enfrentarnos a la degradación de los valores éticos, a la degradación de la democracia para recuperar una gestión pública transparente y participativa y enfrentarnos a la crisis olvidando las recetas de la ortodoxia neoliberal que nos están levando al fracaso, para potenciar el trabajo y la actividad económica del país.
Y todos estos frentes deben abordarse a la vez porque no se resolverá la crisis económica sin un profundo sentido ético y social. Sin valores éticos sólidos no hay solución posible.
Madrid, diciembre 2012