Desde hace años un sector tiende a considerar que los problemas de gestión de un gobierno son técnicos y, por lo tanto, hay que potenciar equipos de tecnócratas bien preparados.
En esta línea nuestro Gobierno ha convocado en algunas ocasiones a comisiones de expertos para discutir y proponer determinadas reformas como, últimamente, el comité de “sabios” para elaborar la propuesta de cambio del sistema de pensiones alegando que el actual es insostenible.
Las conclusiones y las propuestas de cualquier comité de “sabios” están condicionada por la orientación de los miembros que se han elegido, ninguna comisión puede ser neutra si no es realmente plural.
Nuestros ministros tienden a utilizar un lenguaje técnico para plantear los problemas, especialmente los de economía, y exponer las soluciones que se han adoptado. Todos ya nos hemos familiarizado con muchos términos de su jerga con PIB, IPC, deflación, deuda pública, etc. Se quiere transmitir la dificultad técnica de los problemas y de las soluciones, complejidad que los hace incomprensibles para el ciudadano medio que se ve impelido a tomar una postura. Se genera un distanciamiento entre la política y los ciudadanos.
Ciertamente los problemas son complejos y un equipo de gobierno necesita el apoyo de buenos técnicos pero el enfoque de los mismos y la adopción de una determinada directriz para resolverlos no es técnica, es política, corresponde a una determinada concepción ideológica de la sociedad y del Estado.
La reforma de la ley de educación de Wert, la reforma de la regulación de la interrupción del embarazo de Gallardón y las privatizaciones de la sanidad pública corresponden a una concepción ideológica de la sociedad y del Estado, no son técnicas aunque se haya recabado el apoyo de un equipo de expertos.
Cualquier ideología tiene una concepción global del modelo de sociedad que pretende conseguir que abarca todos los temas con coherencia, desde el modelo familiar al sistema fiscal.
Pero una determinada concepción ideológica está imbuida por unos valores éticos, que marcan unas prioridades, intereses y necesidades de una clase u otra, una determinada política penitenciaria, una determinada política de vivienda.
En resumen, creo que no es la tecnocracia la que marca la línea de actuación de un Gobierno, es la concepción política, ideológica, y esta concepción está conformada por unos valores éticos.