Miramos en la película “Barrio” de Aranoa y vemos un film de alta intensidad dramática. Ahora identificamos las películas por los avances tecnológicos. De las películas actuales nos hemos acostumbrado a que sus personajes tecleen los ordenadores, llamen por los móviles, o encarguen su ropa o comida por Internet.
En “Barrio” los chavales, cuyos papeles son magistralmente interpretados, y por supuesto, también genialmente dirigidos, llaman desde la cabina al consultorio sexológico. Las llamadas desde las cabinas o los bares hacen que una película quede algo desafasada, parece antigua. No es el caso de “Barrio”, que se sitúa en una época atemporal, porque la intensidad dramática de su acción, trasciende a la época que presenta, los años de la transición española.
En Barrio, Aranoa nos muestra los problema de unos chavales marginados, en esa etapa entre la niñez y la adolescencia, con una serie de problemas económicos, viviendo la marginalidad forzosa, lindando con el problema de las drogas, los robos, para atender a sus pequeñas necesidades, soñando con un mundo mejor, los pies colgando sobre un puente de autopista pensando que el próximo coche que pase si es de un color u otro, va a ser propiedad de uno o de otro. Algo muy difícil de conseguir son los acertados diálogos.
Y la culpabilidad de estos muchachos, según lo dicho por Henry Miller, es sólo haber nacido allí, en un barrio lumpen, rodeado de drogadictos, de mujeres, algunas de sus propias familias, que entregan su cuerpo para solventar sus gastos. Siempre al final la clase en la que se encuentran, pobre, marginada, dónde los problemas se acumulan, donde si te descuidas te topas con la policía o con los narcotraficantes. Un mundo que representa una realidad, que muchas veces queremos o pensamos que no es la nuestra, pero que es esa realidad, que se ve sólo desde los trenes de cercanías o desde los aviones al despegar de los aeropuertos y mirar por la ventanilla los barrios marginales, de chabolas, de lumpen, en suma.
Alguien dijo que la miseria no crea la revolución, el cambio del sistema. Es cierto. Sólo el aumento del nivel educativo, se lo permite a las personas, y a las más marginadas, por supuesto, a las primeras, que adquieran su propia conciencia y luchen por acabar con esa explotación primera que afecta a su vivienda, a su trabajo, a sus hijos, a la educación, a la sanidad, y a todo lo que les rodea. Cuando todo ésto es completamente mínimo y necesario.
No podemos dejar de reflejar ese film con el título de nuestro análisis, (El Cine y la Vida), para darnos cuenta que la política que pretende utilizar sólo la sanidad privada, sólo la educación privada, sólo los servicios sociales privados, es una política demencial que pretende desterrar de esta sociedad a todos los que no se la puedan pagar. Y evidentemente, son la gran mayoría de esta sociedad. Veamos el problema en Francia, las famosas “banlieues”, los barrios marginales de las grandes ciudades, repletos de emigrantes, parados, drogadictos, “sin papeles”, con maltrato social, y maltrato policial. Ya vamos viendo que son polvorines que a la menor situación explotan con una violencia sin igual. También en Londres, y otras ciudades. Es decir el problema se agrava por momentos y esta película del año 1998, nos remite al nacimiento del problema esa adolescencia buscando trabajo, buscando oportunidades, buscando una familia que les acoja sin problemas, es totalmente actual. Y el tratamiento de Aranoa, al final dramático, pero no exento de sentido del humor, que hace que a pesar de la dureza del film, seamos capaces de lanzar una sonrisa, como el chiste que cuenta uno de los chavales después de pasar por comisaría:
– Van en un coche un negro, un gitano y un marroquí. ¿Quién conduce?, y tras unos minutos en los que nadie somos capaces de adivinarlo, responde:
– ¡La Policía!.
Este film recibió en 1998, en el Festival de San Sebastián la Concha de plata al mejor director, entre otros. En 1999, recibió el Goya a la mejor dirección, al mejor guión original y a la actriz revelación, Marieta Orozco. También fue candidata a la mejor película en el festival de 1998, en Torino, Italia.
Los secundarios, Alicia Sánchez (genial en Furtivos), Paco Algora, Enrique Guillén y Chete Lera son extraordinarios. Lástima del cine español que con esa calidad de actores no cuente con los medios para que tengan una carrera profesional plena y completa. ¡Ellos también son de un Barrio, el barrio cinematográfico español!