por Jesús Izquierdo Martín, Universidad Autónoma de Madrid
En esta sesión del ciclo de conferencias sobre democracia abordamos los vínculos existentes o potenciales entre democracia, historia y memoria entendiendo que es plausible trabajar tales conceptos en dos direcciones contrapuestas.
En primer lugar, como apertura del conocimiento histórico, como una suerte de diálogo entre ciudadanos y expertos historiadores en el que sea posible el intercambio de herramientas adecuadas para interpretar los acontecimientos del pretérito con responsabilidad cívica. De lo que se trata es de reconceptualizar la actividad investigadora desde una profundización democrática donde el conocimiento y la memoria histórica no se cierren en torno a un método instituido y controlado por las academias históricas ni por una idea de verdad histórica por correspondencia a la realidad.
La propuesta, por el contrario, es defender el conocimiento y la memoria como una constante actividad interpretativa entre ciudadanos y expertos donde el historiador debe reordenar las condiciones para el diálogo que no es consenso ni común acuerdo, sino diversidad de puntos de vista que se manifiestan para que otros los comprendan y entren a su vez en discusiones. En suma, tratar de abrir el pasado a la interpretación convirtiéndolo en un mundo para la vida, donde quepa una noción mutable de verdad por solidaridad y donde el método también esté sujeto a procesos colectivos de verificación.
En segundo lugar, reflexionamos sobre una investigación histórica y memorialista que se centrara en las utopías democráticas del pasado con el objetivo de actualizarlas. El objetivo no era entonces recuperar aquellas utopías para importarlas a nuestra sociedad presente, sino de interpretarlas como momentos históricos con el fin de que nos sirvieran como tradiciones que inspirasen el ahondamiento de nuestra actual democracia que, como ha demostrado la crisis en las que estamos instalados, presenta una opacidad e irrepresentatividad ya definidas en la propia cultura de la Transición.
En este sentido, podríamos releer los momentos utópicos silenciados por la represión franquista y la cultura consensual del cambio hacia nuestro presente democrático -aquellos momentos de los años treinta y setenta- como ejemplos de nuestra cultura política que son susceptibles de contribuir a alumbrar una nueva y más profunda democracia.