El pasado sábado 22 de marzo las calles de Madrid se inundaron de una multitud de hombres y mujeres, jóvenes y viejos que se unieron a la marcha por la dignidad, llegaron caravanas de toda España que llevaban muchos días andando por las carreteras.
Fue la expresión de la angustia, de la indignación de una sociedad que sufre el paro sin esperanza de encontrar otro empleo, que ve cómo su salario va disminuyendo, que ya no percibe ningún subsidio, que le echan de su casa porque no puede pagar la hipoteca y se queda en la calle, que sufre los recortes de la sanidad, de la educación pública, de todos los servicios esenciales.
Esta es la España real, el lema demandando pan, techo y trabajo no puede ser más expresivo y más dramático. Es la angustia colectiva y el grito de protesta, es negarse a asumir el fracaso.
Pero hay otra España, la de los que ahora se están enriqueciendo, la de los corruptos que amasan millones y los esconden en los paraíso fiscales, la de los imputados en juicios que se prolongan durante años, la de los respetables señores que demandan más recortes presupuestarios, más contención salarial y menos regulación laboral.
En esta situación el Gobierno y muchos comentaristas económicos nos están repitiendo que el rumbo de la economía está cambiando de tendencia, que ya ha empezado la recuperación, que el PIB de 2014 no será negativo. Nos bombardean con cifras macroeconómicas positivas a pesar de que la deuda pública ronda el 95 % del PIB y sigue aumentando, a pesar de que el déficit público de 2013 ha sido del 6,7 %, a pesar de que nadie está percibiendo la recuperación.
Y aquí todos coinciden en que la recuperación, si se consolida, será muy lenta, que el paro disminuirá pero al final nos quedaremos con tasas muy altas, que los salarios disminuirán o tendrán subidas muy ligeras, que se está terminando el contrato fijo de plantilla y habrá que acostumbrarse a la incertidumbre de los contratos temporales o a tiempo parcial, que el estado de bienestar no volverá.
Los que marchaban por las calles de Madrid estaban cargados de razones, hay que exigir un cambio de rumbo, no meras reformas. El sistema económico neoliberal no funciona, a pesar de los espectaculares avances tecnológicos de los últimos años es incapaz de resolver los problemas cruciales de la sociedad. Y no tenemos la pertinaz sequía ni las siete plagas de Egipto. El lema de la manifestación pan, techo y trabajo es explícito, demanda las necesidades básicas.