Revisionamos la película de Luis García Berlanga. Dirigida por él y con guión de Rafael Azcona y del propio director, se encuentra entre las obras maestras del cine español, y podríamos decir universal. En efecto, cuando una película que se realizó en la transición dictadura-democracia (1978), es decir hace más de 30 años, mantiene su frescura, su sentido del humor, su corrosivo lenguaje político, su ironía y su enseñanza para los momentos actuales, se puede decir que es un film clásico.
Los clásicos de la Literatura, de la Música, del Cine, lo son porque sus enseñanzas son aprovechadas no sólo en el momento en que se crearon, que por cierto, a lo mejor en ese momento fueron criticados y perseguidos sus autores por adelantarse demasiado a las costumbres de su tiempo, lo son, decíamos, porque no mueren nunca, y cuando acudimos a ellas, nos dan un soplo de frescura que hace que lo pasado no haya sido perder el tiempo, y que lo presente debe imitarles, sin copiarles, porque a pesar de todo, sería entonces un fraude, al que por cierto nos tiene acostumbrados tanto Hollywood, con esa expresión también fea, remake, volver a hacer la misma obra con actores actuales o con tendencia norteamericana, Cosa que suele resultar un fiasco, porque no recuerdo ninguna segunda película que superara el éxito de la primera, desde Sabrina de Willy (por favor leer villy y no guilly, ya que era austro-aleman y no sajón) Bilder, a Valor de Ley, recientemente estrenada (2010) y que me hizo volver a ver la primera, la buena, de Hathaway y Wayne, que se goza y no te deprime como las copias.
Volvamos a lo nuestro, Berlanga y Azcona, llegan al corazón humano, presentando algo que siempre estará de actualidad, la ambición, la corrupción, el engaño, el politiqueo, el enchufismo, todo tan hispano y siempre de moda.
El “emprendedor” catalán que monta con su dinero una cacería en casa del marqués de las Marismas, ese genial Luis Escobar, que hace el mismo papel que representaba en la vida, de familia aristocrática, pero con una gracia y humor difícilmente superado.
Ese montaje, del que el sr. Marqués no quiere ni oir hablar, ya que para él es “su Cacería” en “su cortijo” y con “sus amigos”, ¡faltaría más!, y todo para conseguir la gracia ministerial de una concesión de un invento en ese momento que cambiaría el panorama nacional: ¡los porteros automáticos!.
Se imaginan ustedes, todas las nuevas urbanizaciones de montaña, ciudad y playa con la patente de sus porteros automáticos. Un verdadero negocio, que además suprime gastos a las comunidades, los gastos de portería, evidentemente.
Todos los ministros invitados y ad-láteres se encuentran muy motivados para apoyar al catalán, que asiste con su concubina, no con su señora, en ese negocio, llevándose cada cual su parte de comisión, incluso el representante argentino de la triple A, que dice poder ayudar con algún acción, si llega el momento. Así las cosas, en medio de hechos inimaginables para cualquier otro director, como el de la colección del sr. Marqués, de vellos púbicos de sus amantes, hay una noticia que cambia por completo la dirección de las cosas. El representante del Opus Dei, que asiste a la cacería es propuesto para ministro entrante, y el saliente perteneciente a la ideología anterior, Falange y demás, es el que iba a apoyar a nuestro emprendedor. Pero además el colaborador opusdeista del ministro entrante, conoce al emprendedor y su señora, y sabe por tanto que la pareja con la que asiste al evento, no es la legítima. Y el giro político que tiene que hacer el emprendedor, que lo decimos de una vez es el inolvidable actor José Sazatornil, Saza, magnífico en este film y con el que dio el salto al cine, por lo tanto a la fama, aunque era muy buen actor de teatro, pero desconocido, repetimos el giro político es arrepentirse de sus pecados ante el nuevo ministro y prometer fidelidad a su esposa y a… ¡los porteros automáticos!, que servirán para que el nuevo ministro se interese por ellos.
¿Farsa?, ¿esperpento?, ¿comedia?. ¡No!, obra genial, que se ve una y otra vez y que cada vez se aprecia algún detalle nuevo. Es curioso que la traslación de las acciones sobrepasan la política del momento actual de la película, el franquismo, para reflejarse en cualquier momento de la Historia de nuestro país.
Y también que el repetir la película no presenta un rechazo para el espectador, sino más bien un conocimiento pleno de la acción, ya que el cine de Berlanga, es un cine colectivo, que en cada escena suceden varias cosas a la vez, y que hay que estar muy atento a todas ellas, y que todas destilan gracia e ironía, que hacen que su cine sea verdaderamente de culto.