Ya estamos en verano y todos deseamos, necesitamos, unos días de descanso, de tregua en nuestras tareas cotidianas, de evasión, todos deseamos ir al monte, a la playa, a disfrutar, al menos, de un Madrid sin agobios y sin tanto tráfico y descubrir muchos barrios y calles de nuestra vieja Villa y Corte que, quizás, conocemos poco y están cargados de historia, calles y plazas que han sido escenario de grandes acontecimientos que han marcado el curso de nuestra ciudad y de España.
Pero no todos podrán disfrutar de vacaciones, muchos continuarán trabajando, los que han pillado uno de estos contratos temporales y ahora les toca currar.
Ha llegado el verano y aunque nos evadamos, los problemas siguen igual, sigue igual el paro, siguen igual los índices de pobreza y las colas en los comedores asistenciales. Sigue igual la corrupción con sus juicios interminables. Sigue igual el Gobiernos con más recortes presupuestarios, con recortes después de haber dicho que ya no haría más.
¿Pero todo sigue igual? No, están cambiando muchas cosas, está cambiando la actitud de la gente, nos estamos percatando que no es tolerable que mientras todos vamos perdiendo capacidad adquisitiva, nos vamos empobreciendo y muchos, muchísimos, ya están en la pobreza, incluso los que están trabajando pero tienen sueldos de miseria, unos pocos o no tan pocos se están enriqueciendo, algunos metidos en complejas tramas de corrupción que salpican a empresarios y políticos. Leemos en la prensa que según todos los índices, las desigualdades económicas y sociales se han acrecentados en los últimos años, que España ya es unos de los países de la Unión Europea con más desigualdades económicas.
Cuando había trabajo y todos vivíamos con dificultades pero más o menos bien, con un futuro esperanzador, eran tolerables las desigualdades, era tolerable el lujo y el despilfarro de unos pocos pero ahora, ahora con el paro y la pobreza en las calles, no. Ya no valen discursos triunfalistas ni las reiteradas cifras macroeconómicas favorables, lo que vale es lo que vivimos cada día.
Y el futuro es incierto, incluso los economistas que creen en la recuperación económica nos dicen que las tasas de paro continuarán altas durante muchos años, que resolver el problema de la pobreza va para largo, que hay que olvidarse del modelo de Estado con prestaciones sociales, con una sanidad y una educación pública de calidad para todos, que no es posible porque tenemos una deuda pública muy elevada y, además, tenemos que ser competitivos.
Cada vez somos más conscientes de que vivimos en una sociedad que carece de los principios de solidaridad más elementales, somos conscientes que aquí hay que hacer reformas profundas, reformas con rigor, sin demagogias fáciles, pero profundas, que hay que cambiar las claves del sistema y esto no es fácil.