Creo que una de las características de la sociedad actual es la confusión generada entre muchas declaraciones, los hechos, y la forma de actuar.
En economía genera confusión el discurso oficial de que “la crisis ya es historia”, declaración que se pretende justificar con algunas cifras macroeconómicas favorables, no todas, y la realidad, 4,6 millones de parados, los desahucios de viviendas que se han incrementado un 7,4 % en el año 2014, solo el 8,4 % de los nuevos contratos de trabajo son indefinidos, ha aparecido una nueva clase de pobres, los que están trabajando con contratos en precario.
Pero no todo va mal, los comercios de artículos de lujo están haciendo su agosto, los anticuarios venden bien las piezas valiosas de alto precio y tenemos más millonarios.
¿Continuamos estando ahogados por la crisis o ya pasó?
En educación personalidades del ministerio dicen que el objetivo es lograr una enseñanza de calidad para todos pero de hecho, se ha potenciado en primaria y secundaria una estructura con tres niveles, la privada (sin subvención) para la elite económica, la concertada para la clase media y la red pública para los menos favorecidos económicamente o para los que todavía defienden la escuela pública por sus valores de integración de la sociedad y por la calidad de su profesorado. ¿Se está defendiendo la calidad de la enseñanza, la excelencia, para todos?
Pero hay más, algunos discurso son de una ambigüedad y falta de concreción que hacen dudar si es que el ponente no tiene las ideas claras o evita pronunciarse sobre temas que podrían molestar a algún sector del auditorio. A veces el mismo ponente lanza un discurso con afirmaciones muy radicales y en otras ocasiones, según la audiencia, es muy moderado. ¿En qué quedamos, cuál es la postura que defiende?
En los debates entre políticos de distintos partidos muchas veces asistimos a una serie de acusaciones mutuas pero no oímos propuestas de actuación concretas aclarando como se van a lograr. No valen maravillosas propuestas generales sin aclarar nada, sin precisar. Gana el debate el que ha sido más agresivo, no el que ha hecho propuestas razonadas que puedan resolver los problemas de la sociedad, los problemas que están en la calle.
La confusión llega al extremo cuando el discurso del orador es contradictorio con su actuación pública y con su vida primada. Tenemos defensores de la igualdad social que viven con ostentación, tenemos los que propugnan la transparencia de gestión y la lucha contra la corrupción y al final sale que están implicados en tramas oscuras.
Creo que lo primero que hay que exigir es la coherencia entre el discurso y la actuación pública así como también con la vida privada y hay que exigir la veracidad de la palabra.
La confusión y la desconfianza ante los políticos es fruto de la falsedad de muchos de sus discursos y la falta de coherencia de algunos, no de todos, afortunadamente.