Los primeros ferrocarriles empezaron a entrar en servicio en Inglaterra en los años 1820 – 1830. Los trenes iban arrastrados por locomotoras a vapor Stephenson.
En España tuvimos que esperar hasta el año 1848 para que se inaugurara la línea Barcelona – Mataró. Poco después se pusieron en servicio las líneas Madrid – Aranjuez y Gijón – Langreo.
En realidad el primer ferrocarril de España -de los territorios del reino de España- fue el de La Habana– Güines, en Cuba, inaugurado en el año 1837, unos años antes que el de Barcelona – Mataró.
El desarrollo inicial de los ferrocarriles en España fue lento y hubo de superar muchas dificultades. La ley General de Ferrocarriles aprobada en el año 1855, en un período de gobierno progresista, representó un notable impulso. Los progresistas siempre intentaron auspiciar el desarrollo económico del país y abrir las fronteras al comercio internacional.
Para la construcción de las líneas férreas y el equipamiento de material ferroviario se necesitaron grandes inversiones de capital que fueron aportadas en gran medida por financieros franceses que formaron varias sociedades anónimas ferroviarias.
Los problemas técnicos también fueron arduos y nuevamente se tuvo que recurrir a ingenieros franceses. La construcción del trazado fue muy difícil por la accidentada orografía de España, se tuvo que atravesar muchas montañas, abrir túneles y salvar grandes diferencias de nivel, de altura, con pronunciadas pendientes. Tuvo que hacerse el proyecto con planos muy incompletos y sin estudios geológicos profundos previos.
En aquel tiempo, no se disponía de talleres preparados para la construcción del material ferroviario y fue preciso importarlo, incluso los rieles porque por aquellas fechas la siderurgia vasca todavía no había alcanzar el suficiente desarrollo.
A pesar de todas las dificultades, gracias a un gran esfuerzo, en el año 1900 ya estaban en servicio 13.168 km de vía férrea, casi toda la red convencional de nuestros días.
Las repercusiones económicas y sociales del ferrocarril fueron muy importantes, implicaron un cambio cualitativo de España. Permitió el transporte de mercancías a grandes distancias con rapidez y a un coste incomparablemente inferior, se rompió el aislamiento de muchas regiones y los trabajadores pudieron marchar a las zonas del país más industrializadas como Cataluña y Vascongadas, en busca de trabajo
Se han mencionado someramente las dificultades financieras y técnicas que hubo que superar pero no se puede olvidar el gran esfuerzo humano que exigió la construcción de las líneas férreas realizada sin maquinaria, con poco más que picos y palas y cargas de dinamita para romper los bloque de piedra, no se puede olvidar los miles de hombres que murieron en accidentes o agotados por las penosas condiciones de trabajo que tuvieron que soportar por salarios de miseria, con jornadas de 12 o más horas.
Quizás debería colocarse en alguna estación, en la antigua de Atocha, alguna placa en memoria y reconocimiento a los trabajadores que murieron en la construcción del trazado.