En este último año hemos visto repetidas veces en los medios de comunicación las interminables caravanas de refugiados andando por las carreteras, por las vías de tren o a campo través para intentar llegar a Alemania o a algún otro país de la Europa central con la esperanza de encontrar trabajo y rehacer sus vidas. Marchan hombres, mujeres y también niños, muchos niños, algunos de corta edad en los brazos de sus madres. Ahora, en pleno invierno, van andando soportando temperaturas muy bajas, soportando las heladas y la nieve.
La mayoría llega de Siria pero también de otros muchos países. Vienen por Turquía. Han tenido que embarcar en condiciones muy precarias para ir a alguna isla griega próxima Turquía, como la isla de Lesbos, o hasta la misma Grecia continental atravesando el Egeo. Muchos mueren en la travesía.
La ruta por tierra atravesando los Balcanes tampoco es fácil. Encuentran grandes problemas para cruzar las fronteras. Algunos Estados han instalado vallas para impedir el paso como entre Hungría y Serbia.
Se estima que en el pasado año llegó a Europa un millón de refugiados.
Esta llegada masiva de refugiados ha generado en algunos países generosas actitudes de solidaridad pero también de rechazo frontal. Algunos Estados incluso impiden el tránsito de los refugiados por su territorio. El Gobierno alemán, que en principio estaba abierto a acoger a refugiados, está teniendo una dura contestación de sectores importantes.
Ciertamente la llegada de un número tan elevado de refugiados plantea muchos problemas difíciles de resolver si no hay una decidida voluntad de acogida. Los analistas están de acuerdo en que ante el problema hay que intentar resolver las dificultades de los países de origen para evitar que la población se vea obligada a marchar pero esto también suele ser complicado.
La situación de Siria es extremadamente compleja. Confluyen en la región los intereses geopolíticos de Rusia y de Occidente y Estados Unidos y, además, se ha establecido allí el Estado Islámico, el ISIS o Daesh, que está promoviendo graves atentados en Occidente y también en los propios países musulmanes con un elevado número de víctimas mortales.
El conflicto surgió en el año 2011, ya hace cinco años, con la Primavera Árabe en la que varios grupos se oponían a Al-Asad, el Presidente Sirio. Entre los grupos había simples reformistas y también yihadistas que pronto consiguieron hacerse con la hegemonía del movimiento de oposición. Fueron el núcleo inicial del Estado Islámico.
Occidente y los Estados Unidos apoyaron directa o indirectamente a todos los grupos de la oposición porque querían derrocar a Al-Asad. Consideraban que Al-Asad era demasiado proclive a los intereses de Rusia.
Por esta razón Occidente y Estados Unidos facilitaron armas a los grupos de la oposición de forma más o menos velada. Ahora el Estado Islámico dispone de armamento moderno facilitado por Occidente.
La situación continúa confusa, el Estado Islámico exporta el petróleo de los pozos que controla y el petróleo sale a través de Turquía, país que oficialmente lucha contra los islamistas.
Mientras tanto la población Siria muere en los bombardeos, muere de hambre o sufre los rigores de los islamistas. El país está destrozado y la población se arriesga a venir a Europa para poder sobrevivir.