En 1905, fecha del tercer centenario de la publicación de la primera parte de la insigne novela de Miguel de Cervantes "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", Miguel de Unamuno publica su obra "Vida de Don Quijote y Sancho", en la que va a desentrañar la intrafilosofía
ínsita en la genial obra cervantina.
El Quijote, así como "La vida es sueño" de Calderón o "Las Moradas" de Santa Teresa (podrían añadirse unas cuantas obras maestras más del genio celtibérico), constituye lo más representativo del alma filosófica española.
Ante el marasmo y el atraso en el que se encuentra España, y ante la pasividad acomodaticia de un regeneracionismo que espera sin movilizarse y que congenia con la abulia generalizada, por no hablar de la indolente vagancia de la oligarquía terrateniente, era más que necesario reganar la filosofía quijotista, aquella que fue siempre la del pueblo hispano desde el Cid, pasando por los conquistadores, hasta los contrarreformadores.
Quijotismo para luchar contra el amodorramiento y contra la sed de extranjerismo de aquellos sectores de la intelectualidad nacional tocados por el complejo de que lo español es productivo en mística pero incapaz de creatividad científica.
Nota.- Reseña elaborada por el autor de la conferencia que el pasado 18 de mayo pronunció en la Asociación de Vecinos Valle–Inclán de Prosperidad, con motivo del cuarto centenario de la muerte de Cervantes.