Este 24 de enero se cumplió el 40 aniversario de un momento trágico de la historia de España que muchos recordaremos como uno de los días más duros de nuestra vida.
El aniversario tuvo este año una especial repercusión. Por ser una cifra redonda, como oímos a algunos oradores o, quizás, porque el recuerdo del asesinato brutal y los malos vientos que soplan nos animó a reunirnos con los nuestros para rememorar el camino recorrido en estos 40 años y sentir el calor de los valores compartidos por todos.
La jornada comenzó, como otros años, con la visita a los cementerios de Carabanchel y San Isidro de Madrid en los que están enterradas algunas de las víctimas de los pistoleros ultraderechistas.
A las 10 de la mañana, varios centenares de personas esperábamos emocionadas el comienzo del homenaje en la plaza de Antón Martín ante la escultura que reproduce el cuadro de Juan Genovés El Abrazo. Fue para todos también el momento del abrazo, del reencuentro con amigos de las asociaciones de vecinos de los barrios en los que vivimos, de compañeros de estudios, de trabajo, del pasado y del presente.
Tras las intervenciones del Secretario General del PCM, Álvaro Aguilera, y del Secretario Gral de CCOO de Madrid, Jaime Cedrún cerró el acto Alejandro Ruiz Huertas, herido en el atentado y único de los testigos que sobreviven, el cortejo se dirigió al Auditorio Marcelino Camacho, en la sede de CCOO.
Con el aforo de la gran sala al completo, comenzó la 13ª edición de los Premios Abogados de Atocha que concede la Fundación de CCOO que lleva el mismo nombre.
Este año el premiado fue el pintor Juan Genovés, por su cuadro El Abrazo y los reconocimientos para el Consejo General de la Abogacía y el Colegio de Abogados de Madrid por su actitud firme ante las presiones de Rodolfo Martín Villa, Ministro del Interior y de Juan José Rosón, Gobernador Civil de Madrid que pretendían que el entierro de los asesinados quedara reducido a un acto privado y silencioso. Quizás Martín Villa Villa y Rosón intuían que el entierro público, masivo, emocionado, sería el punto de no retorno hacia la democracia.
Como dijo Toxo, Secretario General de CCOO, fue la actitud decidida de lucha mediante huelgas y manifestaciones la que logró la derrota del franquismo, y la consecución de esta democracia. Nunca tan plena como habíamos deseado y ahora tan amenazada.
En el libro de Jorge M Reverte e Isabel M. Reverte, La Matanza de Atocha, que fue presentado en nuestra Asociación se recoge el crucial papel que jugó Pedrol Rius, Presidente del CG de la Abogacía, tanto en las negociaciones para asegurar el homenaje público a los Abogados laboralistas militantes de los entonces clandestinos PCE y CCOO, como en la fase de investigación policial y juicio por la masacre.
En este 2017 el CGA, y el Colegio de Abogados de Madrid están dirigidos por dos mujeres, Victoria Ortega y Sonia Gumpert, cuyas intervenciones para agradecer el reconocimiento fueron muy aplaudidas.
El discurso del premiado Juan Genovés, emocionado, lleno de humor y modestia narró el increíble recorrido del cuadro. Su gestación, su difusión clandestina para recoger fondos para la campaña por la Amnistía, su recorrido posterior por los sótanos de los museos, hasta lograrse que fuera colgado en el Congreso de los Diputados, donde está actualmente. Inaccesible para el público, resaltaba un jocoso Genovés.
La jornada terminó en el mismo Auditorio con la presentación del libro de tres historiadores asturianos, Irene Díaz, José G Alén y Rubén Vega, “Cristina, Manuela y Paca, vidas cruzadas, entre la justicia y el compromiso”, homenaje a las tres abogadas rompedoras, Cristina Almeida, Manuela Carmena y Paca Sauquillo que se conocieron en la Universidad de la dictadura y que son el símbolo de la lucha de las mujeres españolas que no se resignaron a seguir el papel que el franquismo exigía.
Espléndidas las tres intervenciones de las tres amigas, unidas por la tragedia del asesinato de sus compañeros y hermano, en el caso de Paca Sauquillo, y que continúan activas en sus setenta.
Guardo como resumen del día las palabras de Jaime Cedrún , que recordó que los abogados laboralistas perdieron la vida unos, y otros estuvieron a punto de perderla, por luchar para conseguir una vida mejor, libre de la dictadura que nos ahogaba, libre del miedo diario.
Que su recuerdo nos impida olvidar que los derechos no se heredan, sino que hay que defenderlos y luchar por ampliarlos día a día.