Se nos van perdiendo muchas cosas por el camino de la vida, en ocasiones el exceso de información genera una especie de guerra fría contra nuestros recuerdos. En otras, es nuestro primo alemán (Alzheimer), el que nos ayuda a no retener en la memoria ciertos hechos que podemos considerar la génesis de un proyecto, es por ello que, de vez en cuando, hay que hacer limpieza general en el punto exacto de nuestra memoria individual y colectiva.
Hace apenas un mes, algunos recordamos el sufragio universal femenino en España, fue en 1933.
Rememoremos los hechos:
El 1931, se consiguió el sufragio positivo en España, es decir: las mujeres tenían el derecho a ser votadas, pero no a votar.
Victoria Kent, del Partido Republicano Radical Socialista
Clara Campoamor, del Partido Republicano Radical
Margarita Nelken del PSOE
Ellas fueron elegidas como representantes del pueblo, fueron las primeras diputadas.
Para llegar a este acontecimiento, ya en los años 20, en la dictadura de Primo de Rivera, hubo tímidos pasos para que algunas mujeres votasen. Había reticencias por parte de sus Señorías. Algunos próceres de la patria manifiestan que, “la mujer es distinta en cualidades al hombre, ellas no dominan la reflexión ni el espíritu crítico”. Se pronunciaban en contra del voto femenino porque “el histerismo es la base de la psicología femenina”. Que nadie se asuste, décadas después, algunos siguen pensándolo.
Otros, con menos subterfugios dialécticos, concluyen que el voto femenino daría el triunfo a los conservadores y sostienen que la mujer podrá presentarse para ser votada por los hombres. Como en tantas ocasiones, el miedo radical se hacía fuerte e irrumpe en la estrategia política en contra de los derechos como personas. Como en tantas ocasiones, no se iba a la base del problema, solo se trataba de parchear la situación. Nadie, desde los años 20, había entendido que la formación y el conocimiento, eran los pilares de la libertad de pensamiento y el libre albedrío.
Muchas de sus Señorías tenían razón, el voto de numerosas mujeres estaba en manos de la iglesia, eran los religiosos los que coaccionaban, con el miedo en forma de pecado y fuego eterno, a las mujeres, pero también a los hombres, ¿o no?
Hubo alguna propuesta para que en las elecciones del 31, se concediera el voto a la mujer a partir de los 45 años, recordemos que los hombres podían votar desde los 23. Era prácticamente duplicar la edad para obtener el derecho al voto, era como patentizar patéticamente, que la madurez de la mujer, su espíritu crítico y alineación política surgía décadas después que en el hombre.
Clara Campoamor, se indignó con esta propuesta, esto ocurría en las Cortes el 30 de septiembre. El 1 de octubre Victoria Kent, pide que se retrase la concesión del voto femenino, ya que la mayoría de ellas carecía de la necesaria preparación. No fueron solo palabras, demostró ante la Cámara la influencia de la iglesia en estas, ya que una mayoría de ellas se habían alineado con la derecha antirrepublicana, mediante la entrega de firmas al Presidente de las Cortes. Eran un millón y medio de mujeres católicas pidiendo el cambio de la Constitución, para que se respetaran los derechos de la Iglesia. La derecha siempre supo organizarse y actuar al unísono y sin muchas preguntas, nada mejor para obtener mayorías.
Para no ser muy pesado el 19 de noviembre de 1933, votan por vez primera las mujeres en unas elecciones generales.
Es curioso como la hipocresía, la doblez, la incapacidad de enfrentarse a las circunstancias, hace que se lancen proclamas que frenen los derechos civiles.
Es lamentablemente curioso, como años después, 84 exactamente, estemos pasando por las mismas situaciones en cuanto a derechos. Sé que a muchas les sonará impertinente y oportunista lo que voy a decir, pero creo que seguir mareando la perdiz en cuestiones obvias como el género de las palabras es un atentado a la razón.
¿Congreso de los Diputados y Diputadas o simplemente Congreso?
No entiendo como instituciones de tanto alcance como la RAE, puedan admitir cocreta, ruter, freído, imprimido y almondiga, y no hayan sido capaces de poner en valor los géneros, que son accidentes gramaticales que indican, entre otras cosas, el sexo de las personas: la niña, el niño, la señora, el señor, la dueña, el dueño,…
Me pregunto, ¿podrá tener relación con el escaso número de letras ocupadas por señoras en esta institución? ¿Tal vez el androcentrismo subsiste en cada una de nuestras neuronas?
Posiblemente, algo que ya se intentó en aquellos años 30, en el que la República quiso hacer y no le dejaron, habría que retomarlo. Me refiero al laicismo, que la laicidad se haga presente en cada uno de los estamentos, ello nos ayudaría a manejar mejor la asertividad y comenzar a poner en valor otras cosas, sin miedos.
Cambiar las normas para que la sociedad civil se encuentre más representada, sin miedos. Esta bien el evocar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero discernir cuales son las cosas que hay que cambiar para seguir caminando hacia delante. El pasado y el futuro hacen el presente constante.
Señoras, no perdamos los objetivos globales, pero tampoco los particulares.
No perdamos la memoria histórica, pero sigamos cuestionándolo todo, sin ese afán no hay progreso.
No perdamos la memoria científica, me refiero al reciente fallecimiento en este mes de diciembre de la investigadora Gabriela Morreale, ella dedicó toda su vida a la investigación, inició el estudio de las metabolopatias en recién nacidos con “la prueba del talón”, para así tratar tempranamente las patologías del tiroides. Pero nadie se ha hecho eco de su desaparición y de sus trabajos sobre el yodo.
No perdamos ninguna memoria, pero no dejemos de avanzar evitando la cosificación femenina que parece enraizada en muchas neuronas de muchos cerebros.