¿Nos estamos deshumanizando? ¿Qué está ocurriendo con los valores europeos de hospitalidad y asilo que ha sido una de las señas de identidad de Europa?
Estamos asistiendo a la emergencia de una serie de actitudes, acciones y toma de decisiones que contradicen de raíz la defensa de los Derechos Humanos. Y nos estamos refiriendo en concreto a las posturas de algunos estados y poblaciones europeas que abogan por el cierre de fronteras frente a los inmigrantes que vienen a Europa huyendo de la pobreza o de los conflictos bélicos.
Se está instalando una cierta mentalidad, que hace poco sólo se encontraba en la extrema derecha, que ampara la xenofobia y el racismo y fomenta el rechazo a los inmigrantes basándose en que estos suponen una amenaza para los estados que los reciben.
Justamente es lo contrario. Los inmigrantes contribuyen a crear riqueza, a mantener las pensiones y a favorecer la diversidad, valor en alza en un mundo globalizado que desde el neoliberalismo busca la uniformidad.
Se ha podido ver recientemente cómo el cierre de fronteras en Arizona ha afectado negativamente a la economía del estado.
Tres hechos que nos hablan de la pérdida de sensibilidad y valores humanos se están produciendo en nuestro entorno.
La detención en un puerto italiano del barco de la ONG Proactiva Open Arms acusando a los responsables de “promover la inmigración irregular”, cuando su función es rescatar del mar a los refugiados que llegan a Europa en busca de una vida mejor y se ven muchas veces abocados a morir ahogados en el Mediterráneo.
La detención en Lesbos de tres bomberos sevillanos por “tráfico de personas” cuando ayudaban como voluntarios de la ONG Promed-AID en tareas de salvamento marítimo de inmigrantes en peligro en su travesía marítima.
La periodista Helena Maleno de la Asociación Caminando Fronteras que va a ser juzgada en Marruecos por ayudar a inmigrantes ha dicho:”si defender el derecho a la vida me lleva a la cárcel que así sea”.
Así pues, se está criminalizando a las organizaciones y personas que quieren priorizar el ejercicio de los DDHH sin distinción alguna.
Los ciudadanos, las instituciones y los políticos europeos han de cambiar este rumbo defensivo que el neoliberalismo quiere imponer y alzar la voz contra el cierre de fronteras para impedir que entre el diferente y a favor de la igualdad de oportunidades. Los estados tienen que velar por todos los ciudadanos sin distinción de sexo, raza o religión y de este modo recuperar valores básicos de respeto y acogida sin los cuales la Unión Europea no puede prosperar.