Con el sugerente título de La receta equivocada, Amnistía Internacional ha lanzado una campaña tratando de indagar en lo que está pasando en nuestro sistema público de salud y darle una respuesta adecuada.
Esta campaña parte de la convicción de que la salud es fuente de vida y de alegría. Por el contrario, la experiencia del dolor –personal o compartido- es un hecho universal e ilimitado, sorpresivo e imprevisible. “Con el dolor no se puede vivir. Una de dos: o me tomo los medicamentos o me tiro por el balcón”, ha dicho con toda razón uno de los infinitos enfermos martirizados por el sufrimiento físico o moral.
La plenitud de la salud es el horizonte que a todos nos polariza. Pero los recortes en la estructura económica han empeorado la calidad de nuestro sistema sanitario, por lo que debemos exigir que nos la devuelvan. Listas de espera que prácticamente se duplican (de 65 a 115 días), copago farmacéutico, pacientes que pasan buena parte de su vida entre la angustia y el dolor…
A Patricia tardaron nueve meses en diagnosticarle un cáncer de pecho, a pesar de que tenía antecedentes familiares. A Sheila le perjudicó seriamente la deficiente calidad de su silla de ruedas. A Paula le resultó insuficiente la orientación prematrimonial que recibió… Podría elaborarse un slogan muy certero e incisivo con estas palabras: “Los recortes perjudican gravemente el derecho a la salud”, de las que todos podríamos hacer una buena utilización funcional y reivindicativa.
Otro aspecto importante a tener en cuenta en el deterioro creciente de la calidad en este ámbito son las condiciones laborales del personal sanitario, que por lo general suele estar explotado e intensamente estresado. También la problemática derivada del copago farmacéutico es generadora de conflictos y graves tensiones, porque incide en la capacidad adquisitiva de las familias, sobre todo de aquellas que obtienen bajos ingresos.
Los rasgos –meramente apuntados y unidos a otros varios- constituyen en su conjunto una degradación del sistema de salud, de efectos devastadores sobre la ciudadanía, que se siente desprotegida frente a las diversas enfermedades y afecciones que padece. Las personas más vulnerables y marginadas de la sociedad son las víctimas principales de las carencias sanitarias. No se trata de un tema puramente económico sino de calidad asistencial, de un verdadero servicio público.
Las enfermedades mentales ocupan un lugar específico y requieren un tratamiento especializado y riguroso. La ansiedad, por ejemplo, aumenta precisamente en función del retraso provocado por las largas y crecientes listas de espera.
Resulta claramente constatable el deterioro o disminución de la calidad en la práctica de la atención sanitaria. La mencionada campaña de Amnistía Internacional pretende concienciar y movilizar a la población en todos los niveles temáticos, especialidades, formación de actitudes, intercambio de experiencias. Y todo ello con una exigencia de participación plural lo más amplia posible, más allá de lo estrictamente profesional e incidiendo en la concepción global de la salud como fuente de vida y de bienestar.