En un sentido amplio, estamos todavía en el primer tramo de un nuevo curso, en el arranque esperanzado de otra etapa, sea esta escolar, académica, laboral…
Abordaremos este tramo, cada quien con su peculiar talante vital, optimista o pesimista, luminoso o sombrío, dentro de la desconcertante complejidad de todo, de la densidad de las cosas y sus aristas y sorpresas. Nos implicaremos seguramente en proyectos personales de mejora, en reformas sociales y culturales de mayor o menor alcance, en iniciativas encomiables de creatividad e imaginación. O nos quedaremos quietos y callados en nuestros hogares, acaso demasiado.
Necesitaremos para ello armarnos de paciencia y energía, de coraje para vencer las dificultades, memoria para restañar las heridas, actitudes solidarias mantenidas sin desmayo. Todo ello conformará un tejido beneficioso e indispensable para una vida personal digna y una ciudadanía realmente humana.
El nuevo curso puede ser una ventana abierta al mundo y a la vida
El recuento sustancial de carencias y quebrantos nos hace medir el dolor de esa vida, pero también su color en todas sus expresiones y matices. La suave alegría que nos invade, los chispazos que quiebran la monotonía, la templanza como estilo de convivencia, el humor y la risa que nos brotan de dentro, la gratuidad como correctivo de tanta cerrazón y dogmatismo…
En la reafirmación de todo ello reside nuestra esperanza para llevar una vida que combine la audacia y el sosiego. La contemplación de la belleza, el ejercicio del pensamiento y la acción razonable pueden ser las claves de nuestro equilibrio personal y de una convivencia solidaria. No es verdadero ni soportable que casi todo sea violencia y sordidez, delincuencia y fraude, y que así se presente a la sociedad e intenten mostrarnos los medios. Existe un mundo subterráneo pero efectivo de valores que nos mantiene en el núcleo del sentido. A lo largo de la vida vamos aprendiendo también los colores matizados, los tonos suaves, los elocuentes silencios, la tristeza de las despedidas y la alegría de los reencuentros.
Este nuevo tramo es un desafío a nuestra esperanza y a los recursos para llevarla a cabo.