La distancia ayuda a mirar con perspectiva. Con este artículo comenzamos una serie sobre el barrio de Prosperidad visto a través de los ojos de gente criada aquí que ahora vive en otro país, otra ciudad u otro barrio. La comparación con otros lugares y la experiencia del tiempo vivido fuera sirven para apreciar lo que tenemos de valioso y especial, y también para saber lo que nos falta.
De López de Hoyos a La Haya
Por LRM
Empezamos con Violeta (nombre ficticio), que se fue de la Prospe cuando tenía 23 años (tiene ahora 35), primero un año por estudios al sur de Inglaterra, en Brighton, y luego a Londres por motivos familiares y de trabajo. Actualmente reside en La Haya. Durante los ocho años en el Reino Unido y los cuatro en los Países Bajos ha mantenido un contacto frecuente con el barrio, sin que normalmente pasen más de dos meses entre visita y vista por eventos familiares o para ver a los amigos.
Ha pasado suficiente tiempo fuera como para apreciar cambios tanto en Prosperidad como en Madrid en general. Destaca en el barrio, por ejemplo, lo que ha cambiado el tipo de comercio, con locales vacíos que parecen ahora más numerosos que en plena crisis, y la presencia de más niños en los parques con columpios. Quizá, piensa, ahora están más cuidados estos espacios y se usan más —o han venido a vivir aquí más familiar con niños— o quizá ahora se fija más porque tiene sobrinos pequeños, pero su impresión general es que el barrio está menos envejecido que cuando se fue, por lo que recuerda.
En Madrid en general ha notado más población extranjera residente que procede de países ricos, personas que hablan inglés o alemán y que no son turistas, porque se les ve con bolsas de la compra, por ejemplo. Le parece ahora Madrid un ciudad con muchos espacios «duros», con mucho cemento, que quizá sean más fáciles de limpiar, pero son poco acogedores (la plaza de Prosperidad es un caso, le apunto). Además, han florecido comercios que califica de inútiles, porque no sirven para la propia vida de la ciudad, como las casas de apuestas o los bares cuquis [coquetos] para atraer al turista, en lugar de los bares tradicionales. Otro cambio notable es que han cerrado muchos cines y —sorpresa desagradable— ha bajado la frecuencia del metro, del que tenía muy buen recuerdo. Sí es cierto —comenta— que hay nuevos transportes, como el tren de cercanías al aeropuerto o los autobuses lanzadera. Por último, entre lo que le parece más llamativo, me habla de que hay más gente que tiene perro, pero puede que sea una impresión subjetiva, que lo note porque ahora se fija más.
Le pregunto por cómo ve ahora los servicios y equipamientos del barrio y zonas próximas, y me contesta que siempre se ha sentido orgullosa y afortunada en la Prospe, si compara con las ciudades que conoce. En Londres o La Haya, por ejemplo, es imposible acceder a unas instalaciones deportivas públicas a un precio comparable al de aquí, que considera asequible, o a escuelas de música o clases de idiomas (se refiere a la actividades de centros como el Nicolás Salmerón, la Escuela Luis Gonzaga o, en lo deportivo, el polideportivo de Pradillo o el Moscardó, de La Guindalera, que está próximo aunque pertenece al distrito de Salamanca).
En cuanto a los centros de salud o los hospitales, puede que los edificios se hayan quedado antiguos, pero hospitales como La Princesa, por ejemplo, están bien equipados y, sobre todo, no están lejos, como sí pasa en las ciudades donde ha vivido, en las que hay menos hospitales de cercanía. Con respecto a los colegios, ella que ha estudiado la enseñanza obligatoria y el bachillerato en la pública, destaca que, en comparación con Londres, aquí fallan las escuelas infantiles, cosa que también pasa en Holanda.
¿Qué piensa de la situación de los transportes? Ya ha mencionado el metro menos frecuente, pero el barrio está muy bien comunicado, aunque se echa de menos un buen carril bici viniendo de La Haya, donde ese medio se usa a diario, con mucha seguridad. Aquí falta avanzar mucho en ese terreno todavía.
Hablamos también sobre la situación de la vivienda, después de su experiencia en ciudades especialmente caras. Ha notado lo muchísimo que se ha encarecido en los últimos tres o cuatro años en Prosperidad y zonas próximas. Ella compró una vivienda antes de esta subida, como amigos de su edad que aprovecharon precios más bajos durante la crisis. Ha notado que ha empezado a venir al distrito gente que antes buscaba en Maravillas, Chamberí, Chueca, La Latina…, para los que antes el barrio no era atractivo. Se refiere a personas entre 25 y 45 años que ya no pueden pagar los precios del centro. Ella tiene una vivienda, alquilada a través de la Comunidad de Madrid, y no entiende a qué responde exactamente la subida exagerada de los alquileres, aunque apunta que puede ser consecuencia de que los ahorradores inviertan en vivienda para alquilar por la poca rentabilidad de los bancos. Concluye que Madrid, como dice un amigo suyo, evoluciona como Londres, se está londresizando y, con alquileres tan altos, se hace difícil que puedan independizarse personas que no quieren compartir piso o qué no vivan en pareja, por los salarios que aquí son tan bajos.
Cuando se fue a La Haya hace cuatro años, Madrid le parecía todavía una ciudad asequible en comparación. En los Países Bajos, solo Ámsterdam tenía entonces vivienda muy cara, pero ahora han subido los precios en todas las grandes ciudades, igual que en España, aunque en Holanda sigue siendo más fácil comprar una casa porque hay muchas ayudas.
¿Y ha pensado en volver? Responde que sí, siempre se ha planteado su estancia fuera como algo temporal. Actualmente está contratada en una fundación holandesa sin ánimo de lucro con proyectos en países de habla hispana, sobre todo, aunque se está abriendo a todo el mundo. Trabaja directamente con la administración de los proyectos y como apoyo a la directiva. Me dice que para el retorno sí hay perspectivas laborales interesantes pero no perspectivas salariales comparables a las que tiene ahora. Le choca que, en comparación, haya visto mejores ofertas en sitios como Portugal. Tampoco le atraen características del ambiente laboral como el presentismo, el tipo de jornada con pausas amplias a mediodía y la falta de motivación que observa en muchos trabajos. Por supuesto hay personas con trabajos estupendos y que están muy contentas: hay oportunidades pero hay que encontrarlas.
Se ríe cuando le pregunto si especifica que es de Prosperidad cuando cuenta fuera de dónde es, y me contesta que, para que la gente se haga idea de en qué zona de Madrid está Prosperidad, da como referencia el Bernabéu, aunque no sea muy exacto, pero es que El Prado queda lejos. Me cuenta la experiencia de amigos que vinieron un tiempo a Madrid y se fueron al extranjero después, y que al volver a España buscan en Prosperidad, que ahora consideran un barrio atractivo para vivir, aunque sea uno de esos barrios «feos» en los que antes ni se les habría ocurrido mirar. Entiendo que se refiere a que en un determinado momento llaman la atención entornos como los cascos históricos o los barrios típicos, pero luego se ven las ventajas de zonas menos llamativas pero más vivibles en la práctica.
Por lo que se refiere a la participación en asuntos municipales, aclara que en Londres los concejales se eligen por distrito o barrio y los ciudadanos pueden acudir a ellos directamente para cualquier tema que les preocupe. Allí no ha conocido asociaciones de vecinos, pero sí delegaciones en el barrio de grupos de todo tipo, como Greenpeace, Amnistía Internacional y otros que no son ONG, porque los británicos participan mucho, son muy activos.
En La Haya, que es un ciudad pequeña (unos 600.000 habitantes) con casi un 50% de población extranjera, el Ayuntamiento organiza jornadas informativas generales, incluso en inglés, y también distribuye mucha información sobre actividades y proyectos, para que la gente vote y participe en la toma de decisiones. Y en estos casos no hay que entrar en internet y buscar activamente, sino que envían la información directamente a casa. Ella está muy interesada en este tipo de información, aunque ve que poca gente acude. También recibe en casa un revista, el correo del distrito, con entrevistas a gente del barrio y detalles de la vida local.
Por lo que se refiere a los vecinos, hay una «comisión de calle» donde vive. Los grupos de este tipo organizan, por ejemplo, actividades para los niños o hacen un par de fiestas al año en las que se corta la calle y se junta todo el mundo. Tienen un grupo de WhatsApp de comunicación de la calle y también otro que llaman «de seguridad», con el que se avisan cuando, por ejemplo, han robado un coche o, en vacaciones, hay muchas casas vacías y se observa algo raro.
Hablamos, por último, de la participación vecinal en Prosperidad. Confiesa que apenas conoce la Asociación de Vecinos Valle-Inclán, solo que algunos familiares son socios y que en la fiestas de Chamartín, en el Parque de Berlín, siempre tiene caseta o ponen una mesa. No tiene mucha idea de las actividades, y algunas que le suenan, como clases de español a extranjeros, en realidad son de la Escuela Popular de Prosperidad.
¿Algún comentario para la Asociación? Primero, hacer que se la conozca más. Sugiere que a lo mejor se podía copiar una actividad que se hace en La Haya, que consiste en organizar periódicamente unas jornadas de acogida para la gente que acaba de mudarse al barrio. En ellas se informa de cómo funcionan los Países Bajos, la representación del barrio, cómo se organiza el Ayuntamiento, cuándo son las elecciones, cómo funcionan los transportes. Habría que adaptarlo, lógicamente, a las necesidades y condiciones de aquí, pero como la mayoría de los emigrantes son de habla hispana sería fácil.
Al día siguiente se vuelve a La Haya, así que acabamos ya, para que vaya a preparar la maleta. Espero que me escriba si se le ocurren más ideas cuando vuelva a su barrio holandés. Buen viaje.