Se ha hecho viral la noticia en la que se cuenta el nuevo descubrimiento: Parece ser que dentro de la estatua ecuestre que hay en la Plaza Mayor, sucede algo excepcional. Lo llaman “física de retención”.
Como todos sabemos y a nadie nos ha extrañado nunca, la figura del monarca, esta vez en su caballo, está hueca. Cuentan que Pietro Tacca, el escultor que culminó la obra, sabía como concentrar las ondas sonoras que se acumulan en el espacio y guardarlas dentro de esta oquedad.
Gracias a un ingenioso sistema de amplificación se han podido descodificar estos sonidos acumulados dentro de la estatua de Felipe III.
Ha llegado hasta nosotros la transcripción que se hizo la noche del 4 al 5 de enero de 2020. Parece ser que es una conversación mantenida por dos ilustres literatos: Ramón María del Valle-Inclán y Benito Pérez Galdós, en la mismísima Plaza Mayor.
Ramón María del Valle.Inclán.- Don Benito, no esperaba verle por aquí a estas horas de la noche.
Benito Pérez Galdós.- Pues aquí me tiene Vd., Don Ramón, disfrutando de la iluminación con que cuenta ahora la Casa de la Panadería.
V-I.- Todos los años, por estas fechas me doy un paseo por el Centro. Como ya no puede uno asomarse al Café Universal, ni…
P G.- ¡Calle hombre, calle!, los nuevos tiempos han hecho que no conozca Madrid: ni Fornos ni la Fontana de Oro…
V-I.- ¡Ni la madre que los parió Don Benito!, y no hay tiempos nuevos ni viejos, todos están formados por segundos y estos están cargados de modas, torpezas, falsedades, insensateces y solo unos pocos de cuestiones elegantes y de interés, como sus obras o las mías. De habernos dejado hacer, hubiéramos sido la punta de lanza del nuevo siglo de oro. ¡Que siglo de oro ni que pamplinas! Hubiéramos cimentado el siglo de diamantes de la literatura, pero, entre Vd., con sus negativas a mi teatro y los otros por no dejarle ser quien debió ser… Nos hundieron y hundieron a la España literaria.
P G.- No siga en sus trece Don Ramón, yo no podía estrenarle su obra cuando dirigía el teatro Español, yo debía dar cuentas regularmente a mis superiores y había una programación y unos actores contratados previamente. No se empecine.
V-I.- Sin empecinamiento, que eso pasó hace más de un siglo, pero Vd., era un “garbancero” y no lo retiro.
Eso sí, que le negaran el nobel, fue una traición.
P G.- La vida, Don Ramón…
V-I.– ¡Y un cuerno de Don Friolera, Don Benito! Lo que les ocurre a los mediocres es que nos tienen envidia. Basta que vean a un literato con algún defecto físico para que se ceben con él. Eso les ocurre y no otra cosa.
P G.- No entiendo a qué se refiere con ese aserto de tanta enjundia y contundencia.
V-I.- Solo los grandes literatos tenemos algún defecto físico mírese: Vd., más ciego que un ministro de hacienda y económica, yo, mancado por el delirio de un loco irresponsable, Lope enfermo mental con esa atracción enfermiza hacia las mujeres y los altares, Quevedo, patituerto y cegato… ¡Ah!, y me dejaba a Cervantes…
Por cierto, no deseo que pase un segundo más sin recordar esta sentida fecha para Vd.
P G.- Pues ya que estamos y el reloj nos anuncia las doce en punto de la noche, le manifiesto el mismo recuerdo hacia su persona.
V-I.- Cierto, querido amigo, muy cierto, nos unen o nos separan las campanadas de un reloj. Vd., murió un 4 de enero y yo lo hice un 5 del mismo mes.
P G.- Pero de distinto año, que de buena se libró también, porque es mala pata eso de morirse el mismo año que comenzaba una guerra que se uniría a otra mayor calado y calamidades.
V-I.- Bien sabe Don Benito, que siempre fui hombre activo, colérico y dinámico, me gustó el jaleo y la discordia, por eso siempre pensé que mi muerte fue el preámbulo de la tragedia.
P G.- ¡Ja, ja! ¡Y que siempre tiene que quedar encima este hombre con sus jaculatorias y discursos!
V-I.- Ni Vd., ni yo nacimos para el olvido, recuérdelo siempre Don Benito.
P G.- Lo dudo Don Ramón… y ahora sintiéndolo mucho debo dejar su grata campaña, es momento de regresar a…
V- I.- No se preocupe, le acompaño, vamos por el mismo camino, yo atajo siempre por el Callejón ese que llaman del 7 de Julio.
P G.- Vamos…
No sé si la transcripción de esa conversación es cierta o no, pero sí nos acerca este año nuevo a nuevos personajes a los que les debemos un recuerdo. A Don Ramón ya le conocemos y mantenemos siempre en el recuerdo, pero no tanto a Don Benito.
Porque Don Benito es un madrileño, como la mayoría de los madrileños, un madrileño que no nació en Madrid, pero ejerció mucha parte de su vida aquí.
En concreto nació en Las Palmas de Gran Canaria y llegó a Madrid, no por casualidad, por amor. Sí, se enamoró de una hermosísima joven isleña, que la familia no tuvo a bien aceptar, y para evitar grandes males optaron por una gran solución, mandar al niño a estudiar la carrera de derecho a la capital del reino.
Y aquí se instaló Benito dispuesto a estudiar leyes, en una pensión que estaba ubicada, en pleno centro de Madrid, a pocos metros de casi todo: el Palacio de Oriente, la Puerta del Sol, la Plaza Mayor y la Universidad Central, de Fornos, El Universal, La Fontana de Oro… Esos fueron los principales lugares donde estudio Benito, en unos le dio a las leyes, en los otros aprendió sobre la vida de Madrid y la añoranza, por ejemplo, en el café Universal, allí se reunían los canarios que vivían en Madrid, muy cerca estaba la Fontana de Oro, donde se reunían en nutridas tertulias los políticos y escritores.
Sus lecciones magistrales aprendidas en estos cafés pronto le abrieron los ojos y le afinaron las ideas, comenzó a impregnarse del espíritu capitalino y como era de pluma fácil y pensamiento largo comenzó a mandar, críticas musicales, crónicas y artículos a diarios como El Debate, en la calle de Fomento. Benito supo ver y analizar con sutileza los distintos niveles en que estaba dispuesta y compuesta la sociedad de mediados del XIX en Madrid, supo oler, husmear y preguntar hasta componer retratos de una sociedad que, si bien está circunscrita a su época, al analizar sus obras vemos que no han cambiado tanto buena una parte de esta sociedad, la burguesa en concreto.
¿Recordamos Miau? Aquellas tres señoras que solo tienen un objetivo en la vida, el de aparentar. Era igual lo que en casa se comiera, había que ir a la ópera, ser vistas y admiradas. ¡Pobre Ramón Villamil, como él había miles en la Villa, como él había muchos rumiando el paro, el desahucio y el desamparo social.
¿Y Marianela?, esa niña que es descalificada por todos porque es fea, hasta ella se mira en el reflejo del agua y ve su fealdad: ¡Madre de Dios, que fea soy! El acoso social se hace fuerte y la ningunea, solo el joven ciego que vuelve a ver, se da cuenta de las otras bellezas de Nela.
Y poco a poco va haciéndose grande con la pluma, que no con la bolsa, como les suele ocurrir a los escritores.
Un día comienza a escribir un relato que le cuenta un viejo grumete que conoce en Santander, según cuenta, estuvo en la batalla de Trafalgar, le da una idea y sigue trabajando en la historia de un país. Alguien, posiblemente el periodista gaditano José Luis de Albareda, eso nos dice la Consejera de Cultura de la CM y Wikipedia, le sugiere que esos libros que pretende escribir sobre España y los españoles se deben titular: Los Episodios Nacionales. Y así se llamaron.
En 1873 publicó Trafalgar, le costó escribirlo tanto tiempo como un mes. Eso es escribir. Cada libro costaba 8 reales, dos de las antigua pesetas, un suspiro de euro. Cuentan, que los estudiantes de medicina, que estaban a dos velas, como debe estar un estudiante, se reunían para comprar el episodio entre todos y se lo iban pasando uno a otro. Pudiera ser que el joven estudiante de medicina Pio Baroja, estuviera entre sus asiduos lectores.
Recuerdo que en aquellos mis años mozos, los 60, al bueno de Don Benito no se le trataba muy bien, no estaba bien visto, esperemos que, con los cambios que estamos experimentando en la sociedad nuevamente, no vuelvan a relegarlo al ostracismo. Un escritor vive mientras se leen sus escritos, estuvo a punto de ser enterrado por ideologías pasadas, no volvamos a caer en la misma incoherencia. Es solo una sugerencia. En los Episodios galdosianos se puede comprender mucho a España y empaparse de una serie de valores.
Recordemos al protagonista Gabrielillo, y cómo este personaje crece en estos Episodios. Como va escalando en los niveles sociales hasta que termina casándose con Inés, tras la batalla de los Arapiles. La alta cuna, la aristocracia se une al tesón que procede de baja cuna
Ese niño pobre nacido en Cádiz, que participa en una batalla, una batalla que supone una derrota, porque así comienza Galdós, mostrándonos una derrota como la copa de un pino. Quizá eso le desacreditó su condición de Español y patriota, por eso fue relegado. A ver lo que hacen ahora.
Pero volviendo a Gabrielillo, cuando conversa con la condesa Amaranta, posiblemente la duquesa de Alba, y esta le hace de menos, él contesta templado y severo que, no por pertenecer a una baja condición, el ser humano pierde su dignidad como persona.
En fin, ahí tenemos a don Benito, escritor que se aleja del romanticismo literario, del epistolar podemos escribir en otro momento, y nos impregna con su naturalismo, con su forma de pensar abierta, dispuesta a revisar a conciencia a una sociedad poco ilustrada. Un escritor que fue descalificado en su tiempo, sí, porque ya me diréis quien se acuerda de las obras del gran matemático Echegaray, premio nobel de literatura y quien no recuerda alguno de los personajes de Don Benito: Dña Perfecta, Marianela, Tristana, Misericordia, Fortunata y Jacinta…
Es bien cierto que no se le puede otorgar un nobel al escritor español más grande de estos últimos siglos, pero sí deberíamos revisar su obra y recordar al escritor que fue maestro de otros grandes creadores: Alberti, Cernuda, Max Aub, Buñuel…
Un gran escritor que murió en la ceguera y en la miseria un 4 de enero de 1920.
El 4 de enero de 2020, regalan en la sede del Instituto Cervantes uno de sus Episodios, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”. Por esas estupideces tan nuestras, este y otros episodios no han sido traducidos a ningún idioma, parece ser que ya el Instituto Cervantes se ha puesta manos a la obra.
Es la típica injusticia de España con sus escritores, nosotros conocemos a Dickens, Tolstoi, Dostoyeski o Dumas, sus naciones se encargaron de mostrárnoslos, pero nosotros somos incapaces de traducir a nuestras grandes plumas.
¡País!