Estas son algunas de las cosas que os pedimos, queridos Reyes Magos:
- unas fiestas sin ruido;
- diez mil colchones para repartir a quienes duermen en los suelos de las calles de Madrid y de las Comunidades Autónomas;
- poner música ambiental sedante en doscientos barrios de distintas ciudades españolas;
- buscar y aportar quinientas personas adultas y capacitadas que acompañen y tutelen a otros tantos menores abandonados mientras se realizan las gestiones institucionales pertinentes para lograr la situación estable y satisfactoria de dichos menores;
- presionar a las autoridades e instituciones correspondientes en materia de migraciones y de refugiados para que desarrollen una política estructural efectiva que ponga fin a las tragedias diarias en uno y otro terreno que conocemos por los medios de comunicación;
- ampliar el carril-bici en el cincuenta por ciento de las ciudades españolas a una longitud tres veces superior a la actual dentro de las posibilidades presupuestarias existentes, que en su caso puedan detraerse de otras partidas notoriamente más irrelevantes y prescindibles.
- exigir la limpieza máxima de todas las ciudades, dotando a sus municipios de los diversos recursos suficientes y eficaces para ello: materiales, personales, mecánicos, presupuestarios, publicitarios;
- adecentar y adornar los espacios y rincones más oscuros y sórdidos de nuestras ciudades, calles y plazas mediante la difusión e instalación de carteles que reproduzcan fotografías o grabados bellos de nuestro entorno, todo esto con la indispensable condición previa de una iluminación ambiental suficiente y hasta generosa;
- promover el conocimiento del mundo rural de nuestro país, organizando excursiones y visitas culturales, priorizando los lugares y monumentos más alejados y desconocidos, pero de indudable belleza e interés;
- en otro orden de cosas: cultivar la humildad y la energía del ánimo, la calidez del corazón, que son cosas que atañen a nuestra vida personal, pero no son por ello de menor importancia. Traednos, por favor, amplias dosis de paciencia y de alegría, una carga abundante de esperanza, kilos de humor y de sentido común, quinientos envases de ternura y de misericordia.
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Y tantas otras cosas, Majestades, que confiamos a vuestra voluntad y generosidad y que sin duda aumentarán el nivel de nuestra precaria cultura, de nuestra convivencia ciudadana y de nuestro disfrute de la vida.
Muchas gracias por todo.