Un grupo habitual de participantes, de la AV Valle Inclán de Prosperidad, en los paseos por Madrid nos reunimos el pasado mes de diciembre de 2019 con nuestro estupendo guía Carlos Nadal en la plaza de Colón. Quedamos junto a la cabeza de Julia, esa estatua de Jaume Plensa que ocupa el pedestal en el que hasta su traslado al centro de la plaza se encontraba el monumento a Cristobal Colón.
Nos detenemos a contemplar el busto de la joven que parece un etéreo diseño en 3D. Entre otros muchos detalles nos cuenta Carlos que está hecha de resina de poliéster recubierta de polvo de mármol lijado, que tiene doce metros de altura y que el lugar que ocupa será un espacio artístico para mostrar durante un año una obra seleccionada, aunque parece que Julia se quedará más tiempo al haberse llegado a un acuerdo con la Fundación Masaveu, patrocinadora de su exhibición. Da gusto mirarla desde cualquier ángulo. El autor ha conseguido dar a la escultura ese aire de dulzura, sutileza y serenidad que contrasta y casi hace olvidar la vorágine de tráfico del Paseo de Recoletos.
El monumento a Cristobal Colón fue encargado al artista Arturo Mélida en 1885 con motivo de la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes de Orleans, aunque los dos habían muerto ya cuando se erigió. Desde 2009 está en medio del tráfico, entre Recoletos y el inicio de La Castellana, queda muy lejos para que se pueda admirar la maravillosa piedra labrada de su pedestal con motivos referentes a la historia del viaje de Colón. Sobre la esbelta columna que emerge del pedestal se erige una estatua del almirante de tres metros de altura tallada en mármol blanco por el escultor catalán Jerónimo Suñol. Lleva en su mano una bandera de Castilla que se apoya sobre un globo terráqueo, así que parece que a la plaza le viene de lejos el apego a la bandera ya que ahora ondea en su centro una de las más grandes de España.
En el lugar que hoy ocupan los Jardines del Descubrimiento estuvo en su día la Real Casa de la Moneda construida en la segunda mitad del siglo XIX bajo la dirección de Francisco Jareño, autor de alguno de los edificios más emblemáticos del reinado de Isabel II como el edificio vecino que acoge el Museo Arqueológico y la Biblioteca Nacional. Cuando la fábrica de la moneda fue trasladada en 1964 a la nueva sede en la calle de Doctor Esquerdo, un edificio y museo interesante y gratuito que posiblemente visitaremos sin tardar en otro de nuestros paseos por Madrid, la Casa de la Moneda de Jareño, que no dejaba de ser un edificio industrial y funcional aunque con su valor artístico, dejó de servir para lo que fue creado, fue demolido y en su lugar se proyectaron los llamados Jardines del Descubrimiento que se inauguraron en torno a 1973, todavía durante la dictadura. El Centro Cultural de la Villa y los teatros que hay en el subsuelo se inauguraron ya en la época de Adolfo Suarez.
Desde aquí no podemos dejar de dirigir la mirada al otro lado del paseo de Recoletos, hacia las famosas Torres de Colón, también llamadas en su tiempo de Rumasa y de Jerez y coronadas con un tejado de color verde que se conoce como “el enchufe” porque es a lo que recuerda su forma. El edifico es obra del arquitecto Arturo Lamela y su estructura está protegida por la particularidad de que se construyó de arriba hacia abajo. Como lo único protegido es esa estructura de dos columnas los nuevos propietarios quieren cambiar su aspecto, pero los proyectos presentados están envueltos en disputa porque el hijo de Lamela y el socio de despacho se disputan la legitimidad de la autoría de la transformación. De momento las torres están vacías y las obras paradas.
Al otro lado de la calle de Génova estaba antes uno de los palacios más lujosos y bonitos de Madrid, el del Duque de Uceda. Pero el palacio, que se había deteriorado tras un incendio bastantes años antes, desapareció en los años sesenta del siglo pasado victima de la especulación inmobiliaria y el alto valor del suelo en esta zona. En su lugar se levantó ese horroroso inmueble que se llama Centro Colón. Su vista desde la plaza queda un poco disimulada por otro más pequeño, orgánico y gracioso, el edificio AXIS, que ostenta el número 1 de la Plaza de Colón y que es diseño de Norman Foster. Está hecho de acero inoxidable y vidrio con una tecnología puntera que combina una fachada transparente con un control solar y bajo consumo de energía. Parece ser que al menos en parte se va a dedicar a exposiciones, pero de pago para los artistas a precio de oro el metro cuadrado.
Volviendo la vista hacia el otro lado de la plaza, hacia la calle Serrano, vemos el monumento al Descubrimiento de América compuesto por tres grandes moles de hormigón con dibujos y figuras labradas referentes al acontecimiento. Se convocó en su día un concurso que ganó el escultor Joaquín Vaquero Turcios y dice Carlos que aún recuerda cuando el artista tallaba en corcho blanco esas enormes figuras en los jardines de la Escuela de Cerámica del Parque del Oeste. Luego se trasladaron los bajorrelieves y se imprimieron aquí en el cemento. El monumento se alza sobre un estanque y tapa casi en su totalidad las fachadas de la calle Serrano porque al parecer a los artistas que concursaban se les pedía un monumento grande que las ocultara ya que estaban deterioradas y feas. Ahora, limpias y reformadas, nos parecen estupendas.
Bajamos después al interior del Centro Cultural y echamos en falta la enorme cortina de agua desaparecida por culpa de las filtraciones como los jardines de la superficie que han sido sustituidos por grava y cemento. Ahora apenas unos chorros de agua salpican de vez en cuando.
La exposición de fotografía que cubre las paredes recrea la imagen de la plaza desde que estaba en pie la anterior Fábrica de la Moneda, su demolición y el proceso de transformación con muchos recortes de prensa de la época, planos y recreaciones de algunos proyectos que concursaron y que menos mal que no ganaron, imágenes de la inauguración y de la enorme cortina de agua en funcionamiento… Todo lo que nos ha explicado Carlos se puede documentar con la visión de las fotografías y resulta altamente recomendable.
Saliendo de nuevo a la superficie vamos hacia la calle Villanueva. En todo ese espacio hasta Alcalá y la calle Villalar se instalaron ya desde tiempos de Felipe II los pósitos donde se almacenaban las reservas de grano de la villa y casi medio centenar de tahonas. Todo ello quedaba fuera de la verja de Felipe IV junto a la llamada puerta de Recoletos que debía su nombre al desamortizado convento de los agustinos recoletos ubicado en ese lugar y que también dio su nombre al Paseo.
En abril de 1866 la reina Isabel II colocó aquí la primera piedra de lo que iba a ser el Palacio de Archivos, Bibliotecas y Museos. El edificio se empezó a construir en esos años sobre planos de Francisco Jareño, pero las obras se dilataron y la inauguración oficial no llegó hasta la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América, en 1892. El edificio de la Biblioteca Nacional, a cuya espalda en el mismo complejo está el Museo Arqueológico con entrada por la calle Serrano, es de estilo neoclásico muy armónico. La fachada luce limpia y elegante con sus tres arcos de entrada, portones de hierro forjado y una escalinata flanqueada por estatuas representativas de grandes literatos de la lengua española de distintas épocas. Carlos nos hace notar el gusto por la policromía del arquitecto alternando en los materiales el blanco de las estatuas con el gris de distintos matices de la piedra y la belleza de la rejería.
Fuera, en la parte exterior del muro que soporta la verja se han colocado dos placas dedicadas a dos insignes agustinos que en su día fueron miembros del convento que había en este lugar: el importante diplomático de Felipe IV llamado Diego de Saavedra y Fajardo y el famoso arquitecto, autor de la iglesia de San Plácido e inventor de las cúpulas encamonadas del que ya hemos hablado en varias ocasiones, Fray Lorenzo de San Nicolás.
Paseando por las calles aledañas, muy tranquilas a pesar de estar tan cerca de Recoletos, podemos admirar los edificios selectos del barrio de Salamanca. El barrio se llama así porque el marqués de Salamanca fue el promotor de su construcción que perteneció a la primera fase del Ensanche de Madrid proyectada por Carlos María de Castro.
A la altura del número 18 de la calle Villanueva nos acercamos a ver la casa más antigua del barrio que se conserva en su estado original como único ejemplo de los palacetes construidos entre 1865 y 1870 dentro de la promoción del marqués de Salamanca y según proyecto de Cristobal Lecumberri. Se llamaban hoteles y eran comprados por personas de la nobleza o de la alta burguesía. También podemos admirar algún ejemplo del otro tipo de viviendas consistentes en casas de manzanas muy innovadoras e higiénicas para la época. Tenían una entrada con garaje y luego un patio y otro patio y en un solo edificio estaban representadas todas las clases sociales: personal de servicio en los interiores, el carbonero… y en las viviendas exteriores la gente de dinero.