Este cuaderno tiene una pretensión modesta: dejar constancia escrita de algunos aspectos de mi persona al hilo de los hechos del entorno que me rodea y condiciona y de las reflexiones que me suscitan. Una especie de diario pero sin un calendario sistemático. Y ello dicho en un tono reflexivo pero a la vez espontáneo y natural, coloquial y cercano.

Abordo esta tarea en la conciencia de que la realidad personal y social se condicionan e influyen mutuamente; a veces se potencian y enriquecen, otras se desgastan. Y ello vivido tanto en la monotonía cotidiana como en los momentos excepcionales de nuestra biografía.

No es preciso teorizar mucho sobre esta cuestión para hacerla inteligible, viable y hasta palpable. Basta con dedicarnos en nuestra vida a conjugar los verbos más dinámicos y determinantes en su tiempo infinitivo: ver, observar, analizar, compartir, emocionarnos… Se trata de destacar lo más cualitativo y relevante, lo más significativo. La música que se contiene en la letra de nuestra vida.

En estas páginas quiero ser fiel al contrapunto de la vida, al contraste armonioso entre luces y sombras que la configura, entresacando con empeño e ilusión el hilo de esperanza que se desprende de los hechos positivos, de las vivencias luminosas y de algunas experiencias sombrías o claramente negativas. Es el sol que amanece y despunta entre las nubes de un cielo gris. Aunque me gustaría destacar en este texto los espacios luminosos sobre los trazos oscuros que a veces me inspiran el curso del tiempo, el paso y el peso de la vida. Y esto sin faltar a la verdad ni quebrar el equilibrio real y respetable de las cosas. Ese equilibrio vivo y dinámico entre el colorido de la realidad, la variedad de nuestros sentimientos y emociones y el filo penetrante de la reflexión y el pensamiento.

Este cuaderno intenta sobrevolar algunos hechos y fragmentos de mi vida personal y del entorno social con una estructura sencilla y diáfana. El pensamiento profundiza en la realidad enriqueciéndola. El diálogo cultural y el debate social abren horizontes de creatividad y de esperanza. Intentaré en mis reflexiones ser fiel a estos criterios y actitudes fundamentales que son el caldo de cultivo de una renovación intelectual y social auténticas.

PANDEMIA

Vivimos nuestro tiempo presente radicalmente marcado por la experiencia terrible de la pandemia provocada por el covid19, que ha cambiado nuestras vidas llenándolas de enfermedad, muerte, riesgo e incertidumbre. Quiero dedicarle una escueta referencia, dada la superabundante (y a veces cuestionable) información de los medios. Pero me parece indispensable dejar constancia escrita una vez más de este hecho absolutamente crucial que incide frontalmente en nuestra vida personal, en nuestra conciencia cívica y en nuestra condición humana.

Más allá de toda retórica es preciso afinar lo más posible en el conocimiento del virus y ajustar la empatía y la actitud de solidaridad. Conviene afinar en un conocimiento equilibrado del virus entre la frivolidad y la angustia exagerada, difíciles a estas alturas, pero posibles. El desaliento y la depresión son tan poco recomendables como inevitables y se combaten con la comunicación y la cercanía personal, con actitudes de sincera empatía, de austeridad, generosidad, capacidad de soledad y de sacrificio. La empatía se centrará cualitativamente sobre todo en la fragilidad y desvalimiento de las personas mayores y su radical soledad ante la muerte. Y en otras variadas formas de sufrimiento y pesadumbre que el virus provoca.

Pero no es hora de moralizar sino de cultivar una actitud de cálida proximidad, de vivir hacia dentro y hacia afuera el mensaje que se nos ha confiado, de dejar crecer en el fondo del corazón los valores que alimentan nuestra humanidad auténtica.

NIEVE

La nieve es bella, silenciosa, en parte divertida, pero no me parece acogedora; encierra una cierta hosquedad, un filo de agresividad. La nieve medio deshecha y sucia puede ser el símbolo gráfico de la corrupción: de una pureza inicial que se deteriora hasta la entraña.

AMOR-DESAMOR

No tengo a mano ninguna fecha significativa relacionada directamente con el amor, porque para la fiesta de san Valentín queda todavía un poco y está dominada por su tono comercial. Pero pienso también que el amor es un tema universal y permanente que puede abordarse desde muchos ángulos y en casi todas las circunstancias.

El amor y el desamor son el terreno de juego de la vida humana. Como todas las grandes realidades y actitudes, se debaten entre la opacidad y la transparencia, el individualismo y la reciprocidad, la pasión y la indiferencia, la violencia y la ternura. Muchas vidas se han construido y madurado en el amor y gracias a su energía, otras en cambio se han agostado por la influencia arrasadora del desamor. El amor es la plenitud y la lucha, no la posesión idílica sino la gozosa paciencia. El desamor es el vacío, el pozo de la miseria, la pesadumbre cotidiana.

CONTRA LA INDIFERENCIA

Ha caído sobre nosotros un manto de indiferencia. En tiempos anteriores vivíamos de forma más sostenida la tensión solidaria, las causas compartidas, la lucha colectiva esforzada y alegre. Hoy día las excepciones al individualismo egoísta son abundantes y significativas, pero predomina una tónica egocéntrica y burguesa con derivaciones materialistas y de consumo desbocado.. Las grandes fechas y hechos solidarios nos redimen parcialmente de nuestra mediocridad y monotonía, y también el ejercicio cotidiano de la solidaridad vecinal y ciudadana. Todo ello aporta un nivel de sentido y dignidad a nuestra convivencia.

Las organizaciones humanitarias crecen y se profundizan, y las actitudes personales y colectivas derivadas de la empatía social se mantienen, aunque con grandes dificultades. Pero aún es demasiado amplio el mapa de la miseria, la geografía de la violencia y del hambre. En doloroso contraste perviven y predominan los patrones burgueses de vida y de organización social, los valores nocivos y profundamente tóxicos del capitalismo.

Esta penuria del nivel de solidaridad se combate con el ejercicio del valor de la confianza en sus diversas expresiones. La confianza en nosotros mismos como práctica de humilde y enérgica autoestima. La confianza en los demás, entendida en su dimensión de fraternidad y generosidad. Y la confianza en la realidad en su sentido más global y profundo, con toda su carga de aspereza y su dinamismo de belleza y esperanza.

Para los creyentes la confianza en Dios posee su entidad y su perfil inserto en la vida.

Estas diversas expresiones de la confianza ofrecen una dimensión estructural y a la vez dinámica y operativa, constituyen un proceso. La confianza nos hace crecer y madurar, rellena los vacíos de nuestra personalidad, nos libera de la indiferencia inerte, de la inacción y del vacío.

La confianza nos conduce a la resistencia y a la resiliencia, que es una variante peculiar de aquella y que nos aporta el beneficio de salir fortalecidos de una situación adversa que atravesamos y contra la que luchamos.

Pero hay que asumir primero toda la densidad de la resistencia en su vertiente reflexiva, ciudadana y política como práctica colectiva generalizada. También como riqueza personal largamente madurada en muchos y diversos escenarios y que nos estimula a vivir la confianza y gracias a ella a combatir la indiferencia.

GRAMÁTICA VIVA

La gramática y la vida suelen ir emparejadas, van de la mano en los anchos territorios del lenguaje y de la experiencia personal y social. Por eso es tan importante cultivar y cuidar el arte de la reflexión compartida, de la palabra templada, del silencio sugerente.

El lenguaje y la gramática poseen diversas intensidades y coloridos según los casos, momentos y circunstancias. Una conversación plural es el resultado de muchas voces y de algunos silencios, también de la alegría desbordante o contenida, de la ternura palpable que rezuma empatía.

Entre las posibilidades de expresión casi infinitas del lenguaje habría que destacar – por su pujanza y dinamismo- la forma de verbos en infinitivo. Recurriré a ella con una selección aleatoria de algunos ejemplos, poniendo al lado de cada uno de ellos la referencia a cuestiones prácticas o consideraciones adecuadas.

VERBOS EN INFINITIVO

Mirar, observar: con los ojos del cuerpo y con los del alma.

  • Odiar, despreciar: el mayor atentado contra la condición humana.
  • Amar: lo que nos construye, nos purifica y nos hace madurar
  • Orar: contemplar lo divino y lo humano.
  • Llorar: derramar con fluidez las pasiones del corazón.
  • Soñar: de noche o de día, pero con la mirada puesta entre la fantasía y la realidad.
  • Escuchar: el arte difícil y admirable de quienes hacen del silencio activo un instrumento de aproximación y de empatía.
  • Pensar: cultivar y aprovechar la fertilidad de la mente, la movilidad y la profundidad del pensamiento para penetrar y disfrutar la vida.

PAVANA

Escucho en Radio Clásica -por enésima vez que es como la primera- la “Pavana para una infanta difunta” de Maurice Ravel, y me apresuro a decir los sentimientos que me suscita: honda y suave tristeza, melancolía, inspiración, reflexión, soledad, oración, solemnidad, ternura. Esta música nos acompaña y alivia, nos sumerge en la grandeza de lo pequeño, en la inmensidad de lo sublime. Toda música tiene algo de aventura interior que se nos transmite y nos contagia.

PAISAJES: DESOLACIÓN Y ESPERANZA

La vida está llena de paisajes: exteriores e interiores, abruptos y suaves, amargos y empalagosos, placenteros y desabridos. Podemos y debemos cultivar nuestro paisaje interior con paciencia y ternura, con humildad artesana. El paisaje interior es el refugio de la intimidad, el espacio de la soledad y de la creatividad, la posibilidad de la comunicación con los demás y con la vida intensa y bella.

Los paisajes interiores son múltiples en su desnudez y en su belleza, en su fertilidad: la alegría profunda, el compacto silencio, la empatía con la naturaleza. El paisaje exterior estáimpregnado muchas veces de colores oscuros, de contradicción y de ruina, también de vientos templados bienhechores y reconfortantes.

Entre la desolación y la esperanza se perfilan nuestros paisajes del alma y de la vida social. Los místicos hablan del “dolor del alma”, de la desazón sin sosiego, inquietud que se verá compensada por la experiencia de la armonía, que a su vez está tejida de precisión y de belleza. Todo ello puede ser un comienzo de claridad y de esperanza, de iniciación a la vida y abandono de la oscuridad.

La desolación va dando paso, primero, a la penumbra y después a la luz. Lo mismo ocurre a nivel social. En un mundo de tiniebla despunta levemente un tímido sol que va templando los rigores del invierno. Un clima de violencia arrasa y destruye todo lo que encuentra a su paso, pero se mantienen vivos algunos espacios de fortaleza y de pacificación.

El proceso de cambio se acompaña de los estados intermedios de templanza y prudencia reconciliadoras. Si nos acogemos a su beneficio triunfaremos a la corta o a la larga con una medida racional, con valentía y audacia.

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