Ante la llegada de los talibanes a Kabul, cuatro mujeres desafiaron al poder y violencia de la que iban a ser objeto con la próxima imposición en el país de la sharía, ley islámica en su modalidad más integrista.
Salieron a la calle portando unos trozos de papel en los que, mediante palabras escritas, reivindicaban lo que son y lo que les pertenece: la dignidad y los derechos humanos.
La foto de estas mujeres, feminista y valientes, que arriesgaron su vida de este modo, ha dado la vuelta al mundo, invitando a la reflexión y dando a conocer, indirectamente, las 29 prohibiciones a las que las mujeres están sometidas bajo el dominio talibán. Algunas de ellas son: prohibición del trabajar fuera del hogar, estudiar, cualquier tipo de actividad fuera de la casa si no van acompañadas de su mahram, de reír en voz alta o cantar, azotes en público a las que no oculten sus tobillos, lapidación pública a la que mantenga relaciones sexuales fuera del matrimonio y obligatoriedad de llevar el burka.
De la imagen comentada emana una enorme valentía y como diría Adela Cortina, estaban haciendo un “uso veraz y justo de las palabras” en un tiempo en que el uso de las palabras está tan prostituido, por las fake news , bulos, manipulaciones y mentiras.
Periodistas españolas como Gabriela Cañas, Soledad Gallego Díaz , Maruja Torres, entre otras, han promovido un manifiesto en apoyo de las mujeres afganas “con un llamamiento urgente a la comunidad internacional para que se mantengan abiertas las fronteras de Afganistán, que se respeten deberes fundamentales de solidaridad y compasión humana, con especial atención a las mujeres por su situación de riesgo.”
Podemos decir que la acción de estas mujeres es un ejemplo del buen uso de la palabra que nos recuerda la poesía “Nos queda la palabra” de Blas Otero:
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.