Hay dos fotos entre las que transcurre lo que aquí se cuenta. Una, la de una maraña negra de troncos y ramas quemadas; una imagen triste y desoladora. La otra, ese mismo lugar unos meses después, verde, limpio y rebosando futuro. Es el antes y el de momento, porque queda mucho por hacer. A esas dos imágenes las separa el compromiso, la dedicación, el entusiasmo, pero también la ciencia y la investigación en las que apoya su labor un peculiar grupo de profesionales de Ponte Caldelas, en Pontevedra, entre los que se cuentan varias doctoras y premios extraordinarios de carrera, la mayoría ingenieras de montes, de minas, medioambientales, biólogas y que, en 2017, cuando una virulenta ola de fuego casi arrasa sus casas, movilizaron a cientos de vecinos y juntos salieron a recuperar sus montes, a tirar paja al suelo quemado. Se pusieron el nombre de A Rente Do Chan (a ras del suelo). Tres años después, con la ayuda y colaboración de mil voluntarios que se han sumado a su compromiso, junto a la del Instituto de Educación Secundaria de Ponte Caldelas, han puesto a salvo una buena parte de sus montes, de sus ríos. Próximamente publicarán el resultado del seguimiento científico de la labor del voluntariado tras los incendios, un trabajo pionero en este campo. Pero donde han puesto el foco últimamente es en la Presa do Inferno, en el río Verdugo y, de momento, han conseguido que la Fiscalía de Medioambiente investigue al gigante Naturgy por poner en peligro el ecosistema de su zona.
“La historia de A Rente do Chan es la de una cosa que te lleva a otra, y luego a otra”, relata Jesús de la Fuente, madrileño, ingeniero de montes, y vecino de Ponte Caldelas; habla sentado en una mesa que comparten varios miembros del colectivo, un montón de niños alrededor y otro montón de perros alrededor de los niños. Es una estampa que se repite a menudo en casa de Gloria Bustingorri y Rafa Zas, ambos ingenieros de montes y vecinos de Gradín, una preciosa aldea del concello de Caldelas.
En 2017, el fuego se quedó sin entrar en casa porque ellos y sus brazos lo impidieron. Jesús continúa su relato. “Empezamos con el tema de la erosión del suelo en 2017, después de la oleada de incendios; de ahí saltamos al trasvase del río Verdugo porque querían llevarse buena parte de su caudal, y eso que el pobre río no tiene casi caudal. Ahí, A Rente se puso las pilas y trabajó sin descanso. También hubo muchos colectivos, partidos políticos incluso a nivel europeo, y entre todos conseguimos que se paralizase ese trasvase. Ahora estamos peleando para que se elimine la Presa do Ponte Inferno, en el Rio Verdugo”. En esa batalla, han puesto al gigante Naturgy contra la pared, la pared de esa presa de dudosa legalidad y que supone una amenaza para el ecosistema de la zona. Piden que se derribe y, por ahora, A Rente va arrinconando a Goliat, en este caso Naturgy. Han conseguido que el fiscal de Medioambiente de Galicia investigue el caso por un posible delito de incumplimiento del caudal ecológico. Se ha implicado Ecologistas en Acción como parte. Y también han denunciado a Aguas de Galicia.
¿Derribar la presa? “Tú pon cara de salmón; si vas por el Verdugo, te vas a encontrar con una pared de doce metros que no puedes saltar. Y ahí se acaba tu viaje, cuando tu deseo sería subir kilómetros y kilómetros a la búsqueda del lugar fantástico e idóneo para depositar tus huevos. Entonces, das la vuelta porque ves que aquello no tiene salida; y tomas el río hermano, el Oitavén, pero te encuentras un desierto que prácticamente no tiene grava; sigues subiendo, aguas arriba y, a los ocho kilómetros, te encuentras con una muralla de 45 metros de alto y lo que haces es irte aguas abajo a ver si logras un sitio que no será tan bueno como el que tenías en tu memoria genética para desovar en cualquier lado, con lo que es probable que tu puesta se vaya al tacho. Ésa es la triste historia del río Verdugo y del río Oitavén; elijas un brazo o elijas otro, tienes muy pocas papeletas para poder renovar tu sangre. Como la presa de Oitavén abastece a Vigo y alrededores, es inviable eliminarla; pero la de Ponte Inferno no tiene otro uso que producir energía eléctrica para enriquecer a cuatro de una empresa que se llama Elecdey, arrendataria de Naturgy para su explotación”.
El compromiso y apego por su ecosistema se resume en frases como esta. “Un río es un continuo fluir en el que se van depositando cosas y arrastrando otras, un movimiento de sólidos, de sedimentos, de restos orgánicos, de piedras, de grava. Todo eso que es el río se para cuando hay un obstáculo grande. Y entonces, el río deja de ser río”.
Gracias a que muchos de los integrantes de A Rente Do Chan son ingenieros de montes o técnicos de medioambiente, pudieron denunciar los incumplimientos de caudal ecológico basándose en mediciones que ellos mismos realizaron y que no dan pie a ninguna duda. Así consta en el juzgado en el que han denunciado a Naturgy. Y ésta ha sido la respuesta de la hidroeléctrica: “Le informamos de que la explotación del salto de Ponte inferno está gestionada por Elecdey como arrendatario de la concesión de Naturgy. En la actualidad Aguas de Galicia está tramitando un procedimiento de extinción de la concesión por finalización del plazo concesional”.
Otro ejemplo en cuanto a la aplicación de métodos científicos del colectivo A Rente es la operación mulching, un método pionero que no dudaron en poner en marcha tras los virulentos incendios que, en 2017, devastaron miles de hectáreas de monte de Galicia, entre otras, en Ponte Caldelas. La técnica consiste, simplemente, en tirar paja sobre el suelo quemado y desnudo. Con esta simple acción se consigue proteger al suelo del impacto de la lluvia y con ello frenar los procesos erosivos y la pérdida del sustento principal de cualquier ecosistema terrestre, el suelo. Niños, adolescentes, gentes de todas las edades cantando y lanzando paja por el monte.
Toneladas y toneladas de paja para evitar la peligrosa erosión que se produce tras los incendios; esa fue la indicación de Sergio Prat, experto en la restauración de ecosistemas degradados por incendios forestales, que, aunque vive en Aveiro, está vinculado a A Rente y, a los pocos días de los incendios, estaba en Ponte Caldelas dando una charla a una multitud que convenció a todos, vecinos de Ponte Caldelas y de pueblos cercanos convocados por A Rente. “Yo les dije cómo había sido mi investigación; se daban cuenta de que eran cosas contrastadas por el método científico. Supieron qué tenían que hacer y dónde. El que tenía un tractor, aportaba su tractor, los ayuntamientos estaban sensibilizados y compraron paja a Castilla, la compañía de seguros del pueblo aseguró a los voluntarios; nosotros creamos cuadrillas; había unos técnicos que eran los que indicaban dónde había que tirar la paja”. Tiene experiencia, además, en coordinación del voluntariado, pues, en 2003, participó en la retirada de chapapote tras el desastre del Prestige, coordinando la acción de cientos de personas que llegaban a las playas para colaborar.
El mulching consiste en tirar paja sobre el suelo quemado y desnudo. Con esta simple acción se consigue proteger al suelo del impacto de la lluvia y con ello frenar los procesos erosivos
En estos momentos, los esfuerzos de A Rente do Chan se concentran en los trabajos de custodia y protección del monte para conseguir aldeas seguras. Siguen impactados y preocupados por aquella oleada de incendios que no debería repetirse, pero que si no se cuida el monte, se repetirá seguro. “Claramente, no era un incendio más, fue algo exagerado por su virulencia. La gente se asustó de verdad”, explica Rafa Zas. Y señala el deterioro del monte de los últimos años. “Ahí sí que lo tenemos muy claro, se trata de un problema de fondo, de estructura de nuestros montes y de política forestal. Y no, cómo trata de hacer ver la Xunta, de terrorismo incendiario que, en nuestra opinión, no existe.
Después de un incendio salen diciendo que van a endurecer las penas al pirómano y al final resulta que el pirómano es un paisano del monte que no tenía mala intención, que se le escapó el fuego porque él estaba haciendo lo que hizo toda la vida, pero ahora se encuentra en un territorio que no es el que había antes; y que es un polvorín. Conozco algún caso en el que esto ha ocurrido, y al final era el único que estaba haciendo algo para recuperar sus tierras. Quizá lo hizo con las herramientas que usó toda la vida, y que ahora no son idóneas, porque no es consciente del cambio radical que ha sufrido su entorno en las últimas décadas”.
No es el único punto en el que discrepan con la Xunta. A los responsables de incendios del Gobierno gallego no les hizo mucha gracia que un grupo de jóvenes tomara la iniciativa y se lanzara al monte arrastrando a cientos de voluntarios. “Por eso decidimos hacer el trabajo científico de medir, e intentar valorar si lo que se hizo valió la pena o no; y los resultados son aplastantes. En la zona en la que hemos actuado para proteger el suelo, el seguimiento científico demuestra que se ha hecho una labor fundamental y muy efectiva. La erosión que hubo fue menos del diez por ciento de la que hubiese habido si no hubiésemos hecho nada”, expone Rafa Zas.
La conclusión que sacamos es que si el voluntariado se aplica siguiendo criterios científicos, tendrá grandes probabilidades de éxito; son una forma útil de ayudar a la restauración local siempre que se sigan estos protocolos. Además, una forma de que el voluntario se sienta útil es que pueda ver si lo que ha hecho sirve o no”, explica Sergio Prat. “Es una manera de que las comunidades se involucren, se impliquen en su monte, en su entorno y es la mejor herramienta contra el fuego que pueda haber, porque al final supone recuperar la sensibilidad y relación de la población con su entorno y no cortarle los pies al impulso de hacer algo que invade a la población local cuando vive la virulencia del fuego y ve el desolador paisaje.
La Xunta se equivoca totalmente cuando insiste en que los vecinos no salgan al monte y que les dejen actuar a ellos”, añade Rafa Zas; a su lado está Sofía Baqueiro, arqueóloga y oriunda de Ponte Caldelas y hermana de María, ingeniera de minas que formó parte del equipo de A Rente que analizó e investigó la gestión del agua procedente del río Verdugo contribuyendo con ello a paralizar un trasvase que solamente hubiese contribuido a mermar todavía más el ya de por sí frágil equilibrio del río. El trabajo de Sofía como arqueóloga también tiene mucho que ver con la defensa del medioambiente. De hecho, el patrimonio es otro de los grandes afectados por los incendios. “Un porcentaje enorme del patrimonio gallego, el noventa por ciento, está enterrado en el monte, en zona degradada. Y los yacimientos no solo están muy abandonados sino también cubiertos por esa capa de vegetación que los hace ser inaccesibles. Y luego los incendios los terminan de degradar, como es el caso de los petroglifos que, cuando hay un incendio, pueden llegar a destruirse por completo”, explica.
Hace poco estuvieron intentando desarrollar un proyecto para un castro, “un recinto fortificado espectacular que está repartido en más de 150 parcelas de propietarios diferentes. Es un tema muy complejo y requiere mucho dinero”. En este caso, como en todos, actúan de manera privada, sin dinero, sin apoyo de las instituciones y en sus ratos libres. “Y las manos llegan hasta donde llegan”, concluye Sergio Prat, mientras Pepe Zas, de 10 años, rueda por el suelo con el cachorro Tres. Para ellos el monte todavía es orégano. La idea es que lo siga siendo siempre.
Publicado en www.ctxt.es