Las dificultades para visibilizar el edadismo son numerosas, especialmente cuando se trata de una mínima, como es aquella que está relacionada con el lenguaje y la comunicación que tenemos a diario entre personas. Incluso, los silencios que también contribuyen a estigmatizar el proceso mismo de envejecimiento y al colectivo más diverso de todos, las personas mayores. Este dato lo reafirman estudios e investigaciones de disciplinas como la sociología, la antropología o la psicología.
Los vecinos del barrio madrileño de Prosperidad, en su mayoría mujeres mayores, se reunieron para trabajar todos estos estigmas junto a Francisco Olavarría (@OlavarriaRamos), a propósito de su obra Microedadismos, lo vamos a jubilar, un cuaderno que aúna teoría y práctica y que pretende ser un “arma contra la discriminación más invisibilizada de todas”, como así comenta su autor cada vez que tiene oportunidad.
Los microedadismos perpetúan situaciones de maltrato, siendo agresiones sutiles e inaceptables que forman un complot para negar derechos y contribuir a una mala salud, como así señala el informe de Naciones Unidas sobre el edadismo, donde se dan datos como que una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas y que 6,3 millones de casos de depresión en todo el mundo son atribuibles a esta lacra social. Pobreza, fealdad, mala salud o tristeza son asociadas irremediablemente a la edad, por ello se hace necesario revertir esta situación con un mayor compromiso, intergeneracional, para combatirlo desde todos los ámbitos y a nivel mundial.
Francisco Olavarría, activista comprometido y articulista ocasional de 65YMÁS, imparte conferencias y talleres sobre estos temas relacionados con el rechazo del envejecimiento y el odio hacia las personas mayores, con consecuencias de abandono y autolesiones, por citar algunas. Su cuaderno pedagógico ha sido considerado una pequeña obra pero útil para contribuir a un mundo más justo con las personas mayores.
Algunos de los asistentes, aportaron ideas y reflexiones para enriquecer este trabajo pedagógico y según sus comentarios, echan de menos «a generaciones más jóvenes en este tipo de luchas que también les debería interpelar a ellos». Algunas personas manifestaron que los casos expuestos eran exagerados, aspectos no tan importantes comparados con otros maltratos.
Al igual que el feminismo ha conseguido denunciar los micromachismos, la mayoría de los asistentes se comprometieron a difundir lo aprendido y buscar herramientas para vincular a la sociedad en esta noble lucha, que nos afecta a todos y nos ocasiona múltiples maltratos. Actividades como esta contribuyen a sembrar una semilla a favor del activismo de las vejeces, porque la vida a cualquier edad debe ser disfrutada y no penalizada de manera tan injusta.
Como en otras ocasiones denunciamos, destacamos la siguiente frase del autor de este cuaderno: «el lenguaje no es un tema menor, porque expresa lo que pensamos y cómo actuamos».