Son las once de la mañana, una riada humana desfila por las aceras de López de Hoyos. Es la hora de las compras, de los paseos, de los desayunos en las terrazas aliviadas por el sol otoñal. Los veladores se llenan de churros y los aromas de la navidad se dejan notar en el barrio. De súbito una caseta de cartones confeccionada por un sin techo aparece en la acera. En su exterior y con letras bien visibles se lee: “Por favor no dejes a tu perro que mee encima de mis cosas. Respétame como yo te respeto a ti. Porque yo no hago pis en la calle ni en los portales de nadie. Muchas gracias”.
Inicio una conversación con él. Es marroquí, parado, de cuarenta años, con papeles de residencia, y con precontrato de trabajo, pero sin trabajo. Se maneja bien en castellano. Lleva poco tiempo en el barrio y me comenta que no bebe, ni fuma.
La palabra pre contrato la dice como una victoria después de la contienda. Es el enredo administrativo, confía en un documento en el que se recogen las condiciones de una futura relación laboral que se firmará cuando exista el trabajo. Apenas hay compromiso. Ahora la fuerza laboral del vecino marroquí, pertenece al magma de la administración que es inmensa y no tiene forma. Pero el pre contrato cumple sus objetivos, la actividad mental del parado se queda en modo pausa, como su escrito que está en un pozo de papeles entre las diferentes administraciones.
Se sienta en el bordillo de la tienda cercana y realiza manualidades. A sus pies lápices, reglas, tijeras y papeles que recorta con mano segura. Mientras habla apenas levanta los ojos de sus recortables. Intuyo que su afición le proporciona el olvido de su realidad. Su aspecto no muestra señales de llevar tiempo en el cuadrilátero de cartones. Sonrisa afable y ojos vivos, no hay rencor en su mirada.
Acaba la conversación y con una fuerza misteriosa, comenta que su vida en la calle es cuestión de días. No habla de penuria ni fatigas. Su resiliencia impresiona.
Son las doce del mediodía la radio comenta:”los presidentes de las principales eléctricas y gasísticas españolas han acudido a Bruselas para pedir que no se les aplique el impuesto transitorio de los llamados beneficios caídos del cielo”.
Los ejecutivos de las eléctricas lucen ternos gris o azul, corbatas de seda de colores brillantes, malvas verdes, zapatos bien lustrados con calcetines del mismo tono. Nada en su vestimenta destaca, solo la buena tela, el mejor corte, y la naturalidad con que lo llevan. En Bruselas les esperan dos Lexum, LS híbridos, hay que dar ejemplo. Sobrepasan la cincuentena, unos parecen salidos de un gimnasio, otros con rostros y abdomen de digerir solo comida gourmet.
Son expertos en el lenguaje de Bruselas: “competitividad, libre mercado, valoración de activos, exoneración de ingresos regulados, enmienda transaccional”, quizás hasta dejen caer “despidos” en la reunión, si no consiguen su demanda. Conocen muy bien los resquicios de las leyes, europeas y españolas, para ello disponen de asesores económicos, fiscales y jurídicos que son la caballería de sus empresas. Los poderosos no piden, exigen. Van a Bruselas arropados en sus aspiraciones por algunos partidos políticos que les han conseguido suavizar el impuesto pedido por el gobierno de coalición. Ahora, las empresas energéticas se encuentran deudoras de esos partidos. Es un juego de naipes perfecto, aquellos exigen, presionan reclaman, estos lo harán más tarde.
Los hombres de las energéticas, vuelven optimistas de Bruselas. El impuesto se gravará sobre el volumen de negocio realizado en España, quedando afuera, los beneficios sobre el mercado regulado: PVPC (precio voluntario pequeño consumidor), TUR (tarifa último recurso), el GLP, el GLP… Y siempre les quedará el recurso ante los tribunales si no consiguen una base imponible descafeinada.
Desde la sala de reuniones del avión fletado para la ocasión llaman a sus conductores. En una hora se encontrarán en sus acristalados chalets diseminados en urbanizaciones del norte de Madrid.
Se comprometen a que antes de finalizar el año revisarán sus honorarios y sus retribuciones variables. Han tenido un año duro con el gobierno de coalición. Los morados son una china en sus zapatos relucientes.
El parado marroquí sigue con sus recortables, respira hondo, cierra los ojos. Se encamina a su refugio. Entra por el ángulo de dos cartones, como un gato que atraviesa la gatera, se tumba sobre un par de mantas encima de un plástico, coge una botella de limonada y da un par de tragos. Los párpados le pesan, “el pre contrato, el pre contrato…” Lo repite como un salvoconducto que le abrirá la puerta de una casa, de que no le rugirá el estómago de hambre, del caer del agua de la ducha en su espalda, de…
Empieza el vacío nocturno.