FANTASÍA-IMPROMPTU EN TRES ESCENAS Y UN EPÍLOGO
ESCENA PRIMERA
(Sala de estar en la residencia vaticana del Papa).
-Hágale pasar -dice el Papa al sacerdote que le anuncia una visita.
-Cuanto honor al llamarme, Su Santidad -dice el hombre de aspecto impecable que se inclina al estrechar la mano que le tiende.
-Estimado director. Primero deseo que perdone esta cita a hora tan intempestiva, pero por el asunto que hemos de tartar lo requiere.
-Siempre, a cualquier hora y lugar, a su servicio, Santidad.
-Por favor, llamémonos sencillamente director y Francisco, solo eso, es más fácil. Y conveniente -hace ademán de que las paredes oyen.
-Escucho atentamente, Francisco.
-Quisiera que me indicase que cuadros del Museo Vaticano tendrán un buen precio en una subasta en su entidad de Londres.
-¿Pública?
-Mejor privada. Solo para compradores discretos seleccionados por usted entre sus mejores clientes. Ha de ser confidencial todo el proceso hasta que se complete la operación.
-Bien, así, sin pensarlo mucho, creo que los cuadros más vendibles serían…
-Verá, director, antes de eso quizá sea bueno conocer algunos detalles de la operación que llamaremos en lo sucesivo “Moisés”, por aquello de la larga travesía del desierto conduciendo a los israelitas.
-Bien, Operación Moisés, entonces.
-Necesitaría solamente vender algunos tesoros vaticanos, cuadros en primer lugar, para conseguir unos cuatrocientos millones de euros. El destino no puedo revelarlo por el momento, pondría en peligro su resultado -dice el Papa con gesto de inquietud.
-Entiendo, Santidad, sé que es por una buena causa y, también, arriesgado.
-Para usted no, director. Todo se hará con documentos, pero sin que se sepa hasta más adelante.
-Tendrá mi absoluta discreción, Francisco.
-¡Gratias Deo! Bien, se trata de subastar algunos cuadros de la Pinacoteca Vaticana, lo cual habrá que cerrarlo por obras durante un tiempo hasta que se saquen, siempre con absoluto secreto. No sé la forma de hacerlo, pero ustedes podrían ayudar en ello, espero.
-Es difícil, pero simulando una obra y sin que la Guardia Suiza husmee mucho, se podrían sacar entre los escombros, protegidos y escondidos en los contendores. Por ejemplo, si se trabajase en algunos sótanos en los que se guarden obras de arte no expuestas como tienen todos los museos.
-Excelente idea, ¡nunca se me hubiese ocurrido! -dice el Papa pensativo.
-Sin duda, naturalmente. Ambos sonríen.
-Bien, ahora seleccionemos los cuadros de mayor valor para no tener que proteger muchos y sacarlos intactos.
-Hacerlo bien, requerirá la ayuda de expertos, cómo los nuestros, Francisco, muy acostumbrados a manejar esos tesoros.
-Claro, y se abonarán todos los gastos. ¡Por supuesto!
-No serán excesivos. Haremos precio de amigo. Y los dos sonríen de nuevo con cierta complicidad.
-Muy bien. ¿Qué cuadros piensa usted que serían los más adecuados, por tamaño y demás?
-Así, recordando… -cierra los ojos-: de Di Gentile, “La Virgen de la mariposa” y de Crivelli la “Piedad”, no son muy grandes, creo recordar… luego, de Cranach El Viejo, el “ Cristo de Piedad”…
-Ah, son del tamaño adecuado, pero, acaso, su valor…
-Y se compran mejor… ¡ummm…!, la “Virgen de la leche”, de Lorenzo di Credi, pudiera ser adecuado.
-No es muy bonito, creo, Quizá sea necesario sacar alguno más… importante, de más valor, por ejemplo, ¡mea culpa!, uno no religioso y tal vez de mayor importancia y precio, a poder ser, de tema seglar.
-Entiendo, por ejemplo, el retrato del Dux Niccolo Marcello…
-Ese estaría bien, ¡Deux propitius mehi! -y se santigua-, es un Ticiano, valdrá una fortuna, imagino, director.
-No tanto.
-Con esto, ¿cuánto?
-La mitad de lo establecido, supongo.
-Pensaba que tendría ya lo suficiente.
-No, Santidad, fallarían, al menos, dos importantes y otro menor. Por ejemplo, la colección de los seis cuadros de Donato Creto titulada “Observaciones astronómicas: El Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Júpiter y Saturno”…
-No sé. Esos cuadros son muy apreciados por algunos prelados aquí, me refiero al propio Vaticano. No quiero molestar demasiado a la Curía.
-Entiendo, podremos buscar otros.
-Además, contamos con mi anillo papal, mis libros y algunas cosas personales, quizá…
-¡Seguro que son más apreciados que muchas de esas pinturas, Santidad!
-No creo, son de escaso valor, pero se las puede poner a subasta por si eso ayudase.
-Entonces, espero órdenes. Lo primero, los arreglos en la pinacoteca.
-Así se hará, estimado director.
Cuando el responsable de la casa de subastas, sita en King Street y nombre muy apropiado para tratar con el Vaticano, el Pontífice llama a su secretario:
-Por favor, localice al director de la Pinacoteca…
-…
-Sí, ahora. Es mu urgente. Ah, y por la mañana pronto, al responsable de las obras en ese museo. Creo que, en el sótano, hay filtraciones del Tíber que pueden dañar los cuadros. Hay que tomar medidas urgentes.
ESCENA SEGUNDA.
(Reunión en el despacho del cardenal que se ocupa de las relaciones internacionales, la Geopolítica y los Movimientos Sociales en el Vaticano).
-Estimado Cardenal, ya conoce mis puntos de vista sobre el papel que está haciendo la Unión Europea en la cuestión de los migrantes y el terrible coste en vidas humanas que esos desafortunados pueblos en oriente próximo y África están sufriendo por librarse de las guerras y las condiciones sociales que padecen, inimaginables a veces.
-Sí, Santo Padre. No se hace lo que sería necesario.
-¡No se hace nada! Y por eso, lo vamos a hacer nosotros, aquí en el Vaticano, todo lo que sea preciso para terminar con esas crueles muertes en el mar. Quiero dictar una…
-¿Encíclica?
-No. Eso no lo lee nadie, cardenal. Una orden a los nuncios en todos los países de Europa, pidiendo su colaboración y ayuda. Usted, prepare ya todo lo que necesite para cumplir la orden escrita que le envié hace un par de días. Recemos juntos por el buen resultado en nuestras gestiones. “Padre nuestro…»
Al terminar, el Papá sale y yendo en su coche por calles intrincadas de la vieja capital romana, llega hasta la Vicaría que se ocupa de las Órdenes Religiosas y, Prelaturas Apostólicas en todos los países europeos implicados).
-¡Qué tal van esas tares Superior General
-Muy bien, Santidad. Ya saben en todos los monasterios y conventos, casas parroquiales y seminarios de cualquier tipo, lo que deben hacer. Y todos están recibiendo las cantidades de euros que les ha correspondido para hacer frente a los gastos de acogida y manutención según su capacidad y número de refugiados acogidos en ellos hasta que, las autoridades y la iniciativa privada de cada país, Italia en primer lugar, Grecia y luego, España, Portugal y Francia os reciban y den trabajo cuando se rescaten por nuestros “Manos amigas” y “Brazos abiertos”, además de los de los otros países y ONGs, y puedan llegar sanos y salvos a tierra.
-Buen trabajo, General, los Jesuitas siempre tan eficaces en todo.
-Santidad. Dice y se arrodilla para besarle el anillo que no encuentra en su dedo.
-Lo he perdido -dice el Papa que, sonriente, le alza y le abraza. Estamos en el camino, Arturo -le dice llamándole por su nombre.
CUADRO TERCERO
(En el Ministerio de Asuntos Exteriores de un país de la UE)
-Señor ministro -dice un funcionario por el teléfono seguro de su departamento-, esta es una operación a gran escala.
-….
-Ya hemos recibido a seis mil en solo dos meses y no paran de llegar más. Es una avalancha.
-…
-No, no podemos hacer nada. Vienen con su visado y el pasaporte del Vaticano y van directamente a sus seminarios, casas parroquiales, conventos, monasterios y otros centros de oración y casas sacerdotales preparadas para ello. No se les puede retener, menos aún, expulsar. Es una operación vaticana en toda regla. Operación Moisés lo llaman.
-…
-No, de momento no nos han creado graves problemas, tienes también sus monjas médicos y cirujanos entre sus miembros que se hacen cargo de los enfermos o heridos que llegan por la dura travesía realizada hasta llegar a la tierra prometida… Europa.
-…
-Sinceramente, señor ministro, es una maravilla y todos aquí y en el Ministerio del Interior estamos en éxtasis. ¡Qué fantástico, ni que lo hubiesen organizado los jesuitas!
-…
-Sí, esos sí que saben. Son peligrosos.
-…
-Lo intentamos, señor. Gracias por sus palabras de apoyo.
EPÍLOGO
-Santidad, desde que se puso en marcha nuestra operación Moisés, ya no han muerto más migrantes tratando de huir de la guerra, la tiranía o el hambre. Está siendo un éxito. Y están a salvo en tierra.
-Disfruto escuchándole, ¡menos mal, superior general!… hoy vamos a dormir todos como niños. Gracias por su información y su ayuda. ¡Dominus in nobis!
Cuelga el teléfono, apaga la luz y al poco se oye su respiración pausada y tranquila. Sobre la mesilla de noche queda humeante la infusión de mate que le traen todas las noche y que él, previsoramente, tira por el sumidero.