El pasado 10 de mayo tuvo lugar en la Asociación Vecinal Valle Inclán la quinta y última sesión del taller “Cómo escuchar música” impartida por la profesora y compositora Marisa Manchado.
Desde el comienzo de la sesión la profesora puso el acento en la correlación que existe en la música, como en todas las artes, con el contexto histórico, político, social y económico en el que se desarrolla.
Los compositores del siglo XIX y hasta mediados del XX se preguntaban qué música podían crear después de las sinfonías de Beethoven, especialmente la Novena obra cumbre de la música romántica y posromántica. Parecía que el vacío musical se extendía por Europa.
Entonces surge la Segunda Escuela de Viena, encabezada por Schoenberg, Berg y Webern, los primeros compositores que emplearon la atonalidad y luego el dodecafonismo en la música occidental. La primera se podría decir en términos coloquiales que es una música que no tiene ningún sonido más importante que otro, no hay tono, la melodía tal y como la entendemos ha desaparecido. La dodecafónica siguiendo el mismos lenguaje, el compositor elige doce tonos que utiliza como base para la creación de la obra musical. Las dos corrientes rompieron con la tradición tonal y establecieron nuevas reglas y principios para la composición. En aquella época en pintura reinaba el expresionismo y el foco de la filosofía era la Escuela de Franckfurt/Adorno.
La profesora Manchado hizo realidad el título del taller “Cómo escuchar música” y por la Asociación se deslizaron los compases de “Pierrot Lunaire” de Schoenbeg donde la voz juega como un instrumento más. Es un ejemplo destacado de una opera de música atonal.
Ya adentrados en el primer tercio del s. XX la música se trasladó a Rusia, después del triunfo de la Revolución del 17, donde la profesora destacó a los compositores rusos Stravisnky, Prokoviet, éste con su ballet Romeo y Julieta del que se escucharon algunos compases. Mencionó el poderoso grupo de los cinco Musorgski, Rimski-Korsakov, Cui, Belakirev y Borodin, que tenían como objetivo producir un tipo de música específica de Rusia, en lugar de uno que imitara el estilo europeo, o la formación que se daba en sus conservatorios.
Finalizó la sesión con la escucha de la “Consagración de la primavera de Stravinsky y el “Preludio a la siesta de un fauno” de Debussy. Los delicados compases de flauta que despiertan al fauno hizo olvidar la dificultad de las músicas atonales y dodecafónicas escuchadas con anterioridad. Se volvía al impresionismo musical. Fueron compositores que no abrazaron la corriente musical de la Segunda Escuela de Viena.
Un animado coloquio cerró el acto con el deseo de que se amplíe el conocimiento musical a otras músicas. Las ideas no faltaron “saber escuchar jazz”, “música oriental” … Queda mucha música por escuchar…