El nivel de participación del próximo domingo 9 de junio es quizá la cuestión principal a partir de la que establecer un análisis inicial sobre la importancia que puede tener la desinformación en las próximas elecciones europeas.
En 2009 la participación de los españoles en las elecciones al Parlamento Europeo fue del 44,90 %; en 2014, del 43,81 % y en 2019 –coincidiendo con las elecciones municipales y autonómicas– del 60,7 %.
En este contexto, la experiencia de los últimos años nos confirma que la desinformación se ha convertido en una variable cada vez más importante en los procesos electorales por diferentes motivos. Entre ellos destacan que una parte del electorado retrase más la decisión de voto –lo que hace que las campañas puedan ser más determinantes–, la ruptura de sistemas políticos tradicionalmente bipartidistas –unido al auge de partidos populistas– y el uso de estrategias digitales para movilizar a determinados perfiles y grupos sociales –pero también para disuadir de la participación en los procesos electorales a posibles votantes de otros partidos–.
En este contexto, las 72 horas anteriores al proceso electoral del próximo domingo se han definido como especialmente sensibles desde el punto de vista de la desinformación por posibles injerencias extranjeras, pero también por el posible desarrollo de estrategias de movilización y desmovilización de electores en diferentes países.
La influencia en la opinión pública de actores extranjeros
El propio Parlamento Europeo ha reconocido que la legislatura entre 2019 y 2024 ha estado profundamente marcada por los “intentos sistemáticos de actores extranjeros de inmiscuirse en las elecciones”.
Por tanto, no es de extrañar que estas elecciones al Parlamento Europeo, las primeras tras la pandemia y en medio de diferentes guerras y conflictos internacionales en curso, se conviertan en un escenario de gran relevancia para intentar influir en la opinión pública de la UE.
En los últimos años, su importancia se ha exacerbado significativamente. Y es que, si se combina la manipulación informativa con la rapidez de distribución de las redes sociales y las distintas posibilidades que puede ofrecer la inteligencia artificial a la propaganda política –dentro de un contexto electoral supranacional–, nos encontramos con una combinación muy atractiva para el intento de desestabilización en países que celebran elecciones.
En la actualidad, la lucha contra la desinformación está liderada por diferentes actores y comprende multiplicidad de iniciativas. Desde la verificación de contenidos (también conocido como fact-checking) hasta la alfabetización mediática y digital, así como una posible regulación por parte de las instituciones.
Particularmente, el final de la legislatura europea ha estado marcado por la promoción de marcos normativos para hacer frente a los llamados desórdenes desinformativos. Desde la Ley de Servicios Digitales para regular el papel de las plataformas y el Código renovado de buenas prácticas en materia de desinformación vinculado al mismo, la nueva Ley de Libertad de los Medios de Comunicación, hasta la reciente LeyEuropea de Inteligencia Artificial europea.
Dentro de este escenario, el fact-checking ha ido ganando relevancia de un tiempo a esta parte, consolidándose como un movimiento colaborativo mundial, especialmente en países occidentales. En 2022, diferentes organizaciones de verificación europeas se asociaron para redactar un código de principios, conformando así la European Fact-Checking Network (EFCSN).
Dentro de esta red de verificadores, para las elecciones europeas se ha impulsado el proyecto Elections24Check. Se trata de una base de datos colaborativa que recopila las verificaciones sobre los comicios europeos, realizadas por las organizaciones de verificadores asociadas. En su web, los usuarios pueden filtrar las comprobaciones sobre afirmaciones políticas, desmentidos de desinformación viral (debunking) o artículos explicativos que buscan anticiparse a posibles manipulaciones informativas (prebunking).
Asimismo, se puede acceder a informes narrativos en los que se aporta contexto sobre temas de actualidad tales como la inmigración, el papel de las instituciones europeas o los relacionados con la crisis climática. También se ahonda en cuestiones relacionadas con la manera en la que la UE hace frente a la desinformación.
Aparte de estas medidas regulatorias y prácticas impulsadas por parte de instituciones y organizaciones de fact-checking, los organismos de la UE han decidido tener un papel más activo respecto a los comicios previos.
Son numerosas las iniciativas de alfabetización llevadas a cabo por las Oficinas del Parlamento Europeo y centros Europe Direct –que ayudan a acercar la Unión Europea a los ciudadanos sobre el terreno y facilitan su participación en los debates sobre el futuro de la UE– conjuntamente con medios de comunicación para concienciar sobre la importancia de votar en las elecciones europeas.
Entre estas iniciativas destacan talleres prácticos sobre el impacto de la desinformación en la opinión pública, herramientas para desmentir bulos en tiempo real desde casa y campañas de divulgación acerca de las amenazas híbridas que afectan a nuestra sociedad, especialmente con el auge de la inteligencia artificial.
Sin embargo, hay quienes aseguran que el riesgo de la difusión de bulos sobre la UE –los denominados euromitos– en muchas ocasiones está más vinculado a la falta de conocimiento sobre los complejos procesos legislativos y de toma de decisiones.
Esto, unido al uso de perfiles y medios euroescépticos como fuentes de información podría ser una causa de la abstención en las elecciones europeas del 9J.
El interés por las noticias de la UE
De acuerdo con el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, a un 66 % de la población española las noticias relacionadas con la Unión Europea le interesan “mucho o bastante”, pero un 54 % considera que está “poco o nada informado” sobre estos asuntos.
Herramientas como Google Trends muestran las tendencias de búsqueda de los grupos, los candidatos, los partidos y los temas políticos, desde las cuestiones más básicas a propuestas de programas específicos o intención de voto en comparación con otras regiones y Estados miembros.
Las búsquedas sobre los comicios europeos van en aumento en España y se detecta una evolución del interés semana tras semana, con un pico especialmente llamativo en los días previos al cierre de la solicitud de voto por correo el 30 de mayo.
Destaca también el rol que los canales oficiales del Parlamento Europeo o la Comisión Europea han tenido en los meses previos a las elecciones. Han buscado adoptar y readaptar tendencias, memes y dinámicas propias de la narrativa digital para acercarse a sus audiencias más jóvenes en Instagram y TikTok, colaborando con artistas e influencers para acercar la campaña del 9J y recordarle a los millennials y centennials que ni la paz ni la democracia pueden darse por sentado. Una estrategia que busca concienciar sobre la relevancia del voto útil en una Eurocámara que puede quedar más fragmentada que nunca.
Pero para saber el papel que puede tener realmente la desinformación en estas elecciones europeas, primero debemos esperar a conocer los resultados de participación. Todo lo que implique un nivel satisfactorio de la misma supondrá que una parte significativa de los mecanismos de resiliencia democrática de los países europeos siguen funcionando a pesar de todos los incentivos contrarios que se presentan en el contexto global de incertidumbre y conflicto en el que nos encontramos.
Publicado en The Conversation
Por Rocío Sánchez del Vas , Docente e investigadora predoctoral en el Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid, Universidad Carlos III
Raquel Ruiz Incertis, Periodista y doctoranda en comunicación europea en la Universidad Carlos III de Madrid, Universidad Carlos III
Raúl Magallón Rosa Profesor del Departamento de Comunicación, Universidad Carlos III