Buenas tardes,
Me dirijo a ustedes como vecina preocupada por una situación injusta que afecta a los mayores de nuestro barrio y que pone de manifiesto una grave falta de equidad en el acceso a la atención geriátrica especializada.
En el barrio de Salamanca, casi la mitad de la población supera los 65 años, y el acceso a una atención médica adecuada es una necesidad urgente. Sin embargo, el Hospital de la Princesa, un centro de referencia en nuestra comunidad, restringe la valoración geriátrica a los pacientes que provienen de residencias, dejando fuera a quienes, como mi padrino Manuel, han envejecido en su hogar y requieren estos cuidados cuando enferman.
Mi padrino es un hombre que a sus 90 años sigue disfrutando de su hogar en el barrio de Salamanca, aunque sus pasos son más lentos y su memoria a veces le juega malas pasadas. Necesita ayuda con algunas tareas diarias, pero su espíritu sigue siendo el mismo. Sin embargo, cuando el año pasado enfermó de neumonía y tuvo que ser ingresado en el Hospital de la Princesa, la tranquilidad familiar se vio sacudida.
Esperábamos que en un centro de referencia como este, recibiera la atención especializada por un médico geriatra que su edad y condición requerían. A pesar de sus necesidades y de su avanzada edad, y a pesar de que su ingreso se debió a una neumonía, una afección común en personas mayores, no pudo acceder a una valoración geriátrica especializada. Nos dijeron que en este hospital, este servicio solo estaba disponible para los pacientes procedentes de residencias. Sentimos una profunda injusticia, pues mi padrino, como tantos otros vecinos del barrio, necesita cuidados especiales y merece que se le brinde la atención que requiere.
Sin embargo, parece que este no ha sido un hecho aislado. El barrio de Salamanca, reconocido por su alto nivel de vida, tiene una población con una edad media superior a la de otros distritos de Madrid. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), tiene una proporción de envejecimiento del 45,7%, lo que significa que casi la mitad de su población es mayor de 65 años. En el barrio, a fecha de 1 de enero de 2024, había 58,015 personas mayores de 80 años y 23,274 personas mayores de 90 años. Esta realidad convierte al Salamanca en un distrito donde las necesidades de atención geriátrica son especialmente acuciantes.
Sin embargo, como hemos visto en el caso de Manuel, un hombre que a sus 90 años seguía disfrutando de su independencia en su propio hogar, el acceso a una valoración geriátrica especializada no siempre está garantizado. A diferencia de otros hospitales de la Comunidad de Madrid, el Hospital de la Princesa restringe este servicio a los pacientes procedentes de residencias. Esta situación resulta especialmente sorprendente teniendo en cuenta la relevancia de este centro hospitalario y las necesidades de la población del barrio de Salamanca.
A pesar de que el Hospital de la Princesa es un referente sanitario en la capital, su política de restringir la atención geriátrica a pacientes procedentes de residencias deja a numerosos vecinos del barrio sin la atención que necesitan. La situación de Manuel pone de manifiesto una preocupante brecha en la atención sanitaria a nuestros mayores. ¿Por qué el acceso a un geriatra no es universal, especialmente en un hospital de referencia como éste? Esta realidad cuestiona el modelo de atención sanitaria actual y plantea interrogantes sobre la equidad en el acceso a los servicios públicos.»
Es imperativo que tanto los responsables del Hospital de la Princesa como la Consejería de Sanidad reconozcan la creciente demanda de atención geriátrica especializada en el barrio de Salamanca, consecuencia directa del envejecimiento poblacional. Esta realidad exige una adaptación de los recursos disponibles, ampliando la capacidad asistencial para garantizar que cualquier paciente que precise ingreso, independientemente de su lugar de procedencia, tenga acceso a una valoración geriátrica especializada. Esto implica no solo aumentar el número de médicos geriatras, sino también optimizar la organización de los servicios y los recursos disponibles.
Solo así se garantizará una atención de calidad y digna a nuestra población envejecida, asegurando que todos los pacientes, tanto aquellos que ingresan por primera vez como los que requieren seguimiento, puedan beneficiarse de los conocimientos y la experiencia de un geriatra.
Les agradecería mucho su ayuda para dar visibilidad a esta cuestión.
Confío en que su asociación pueda contribuir a sensibilizar a la opinión pública y a las autoridades competentes para que se adopten medidas que garanticen una atención geriátrica justa para todos.
Gracias,
M.A. Durán.