Este año la celebración del 8M ha tenido como invitada especial a la lluvia, en todo el recorrido.

A pesar de los paraguas, el agua nos iba calando y, lejos de hacernos abandonar, probablemente nos ayudó a poner en conciencia todas las dificultades que atravesamos en nuestras vidas y la gran resiliencia que tenemos.

Estábamos allí, juntas y diversas, caladas hasta los huesos y cantando bajo la lluvia, con la alegría arrolladora de sentirnos “amalgama”, muchos pies encharcados y un solo corazón.

No queríamos irnos. Fue un auténtico privilegio terminar con Vivir Quintana. Esa mujer, esa fuerza contundente y conmovedora, que nos hizo vibrar.

Es la sensación de unión la que nos provoca alegría y la alegría reivindicativa nos hace fuertes.

Dejar una respuesta