Se ha instalado entre nosotros una cierta cultura del malestar: de la desazón, de la crispación, del debate polémico y agresivo, de la descalificación sistemática.
Me parece que es una experiencia que muchos compartimos: la de comprobar en nuestra vida cómo las diferentes horas del día determinan o al menos condicionan nuestro talante o actitud existencial en ese momento.
Cuando nos encontramos en un lugar lejos de las ciudades, donde no tengamos contaminación atmosférica ni lumínica y por la noche miramos el cielo, podemos ver el gran espectáculo de los numerosísimos cuerpos celestes (estrellas, planetas...etc.) que hay en el firmamento.
Pienso que la belleza es uno de los componentes sustanciales de la vida. Pero existen muy diversas clases de belleza, con toda su carga de matices y perspectivas.