Hoy me despierto con ganas de escribir, o lo que viene a ser lo mismo: con ganas de vivir. Ha sido una noche plácida, sin sobresaltos, lo que me anima a afrontar el día con sosiego y hasta con entusiasmo.
Se ha instalado entre nosotros una cierta cultura del malestar: de la desazón, de la crispación, del debate polémico y agresivo, de la descalificación sistemática.
La realidad entera está impregnada de ambivalencia. A veces esa realidad se nos presenta en tonos grises, pero otras resplandece y se viste de plenitud.
En un sentido amplio, estamos todavía en el primer tramo de un nuevo curso, en el arranque esperanzado de otra etapa, sea esta escolar, académica, laboral… Abordaremos este tramo, cada quien con su peculiar talante vital, optimista o pesimista, luminoso o sombrío, dentro de la desconcertante complejidad de todo, de la densidad de las cosas y sus aristas y sorpresas. Nos implicaremos seguramente en proyectos personales de mejora, en reformas sociales y culturales de mayor o menor alcance, en iniciativas encomiables de creatividad e imaginación. O nos quedaremos quietos y …